Capítulo 21

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Era lunes.

Acababa de subir del patio para dirigirme a mi clase. Había decidido quedarme junto a Aitana y Paula en la puerta del aula hablando y observando a la joventud navegar por los pasillos hasta que el profesor acudiese a la clase. Cosa que realizábamos muy a menudo.
Tenía la espalda apoyada en el marco de la puerta y la mirada fija en el suelo. Mis dos amigas conversaban  tranquilamente.

Ya casi todos los alumnos habían entrado a sus clases y no quedaba apenas nadie por los pasillos.
Pero hubo un movimiento que me llamó la atención e hizo que mi mirada se despegara del suelo.
Al alzar la vista me encontré a un joven con el cabello despeinado corriendo hacia nosotras.
No había hablado con Rubén desde la fiesta del otro día, cosa que me extraña un poco.
Pero verlo aparecer por mi instituto me dejó aún más extrañada.

Paula y Aitana se dieron cuenta de mi cara estupefacta por la situación que estaba presenciando. Al instante persiguieron mi mirada y las dos transformaron sus caras naturales en unas de asombro.

En ese momento Rubén llegó a nuestro lado.

—Hola, Sandra. Hola, chicas —saludó el chico jadeando.

—Rubén, ¿qué haces aquí? —pregunté.

—Eso. ¿No tienes prohibido escaparte de tu instituto? —dijo Aitana.

—Oye, pasa truco, ¿no? —intervino Paula.

A estas alturas parecía que Rubén ya se había recuperado de su agotante carrera.

—Verás, no tengo mucho tiempo. Ya te lo explicaré por el camino. Nada más ven conmigo.

—¿Cómo?

—¿Os vais a escapar? —exclamaron Aitana y Paula al unísono.

—Digamos que sí. Sandra, ¿vienes?

Pero, ¿adónde me quería llevar?

Me ofreció su mano y me miró a los ojos.

—Está bien. Vamos antes de que venga mi profesor —me decidí.

Acepté su mano cálida y perfecta. No esperamos ni un segundo más en ponernos en marcha y correr hasta la salida.

—¡Queremos los detalles luego! —gritó Aitana.

—¡Ya nos has oído! —complementó Paula.

Rubén y yo, que ya íbamos lejos de allí, nos reímos con una amplia sonrisa.
Llegamos a la puerta principal de entrada y nos miramos a la vez.

—Te ayudaré si quieres.

Asentí con la cabeza y me dispuse a escalar por la verja.
Al fin y al cabo ya había escalado una, ¿no?
Justo me acordé de la fiesta. Cuando Lucas me ayudó a escalar la valla del jardín. Ya lo echaba de menos.

Con éxito, logré pasar la barrera de hierro. Hasta me sorprendí a mí misma.

Rubén saltó al lado mía. Ya estábamos fuera del recinto.

—Ven, sígueme —me cogió de la mano para conducirme por una calle.

No tardamos en llegar hasta una moto negra con detalles rojos: su moto.
Me ofreció un casco para que me lo pusiera. Mientras yo me lo ponía, él se subió a su vehículo, dado que ya tenía la protección aplicada.
Al acabar, pasé la pierna por la moto y me subí a sus espaldas.
Entrelacé mis manos alrededor de su torso, agarrándome.

No tenía ni la menor de idea de nuestro destino. Pero me mantuve todo el trayecto con mi cabeza de lado pegada a su espalda. Llevaba una chaqueta de cuero que le favorecía y unos pantalones cargo caqui.

Lucha conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora