Capítulo 19

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Rubén nos miraba extrañado a los dos.

—No es lo que parece —dije.

—¿Y qué hacíais? —preguntó enfurruñado.

—Bro, solo... —intentó decir Lucas.

—Yo no soy tu bro.

—Estábamos dándonos un baño, nada más —interviné.

—Bien pegaditos, ¿no?

Joder con Rubén.

—Es solo un abrazo de panas —dijo Lucas.

—A tí no te he preguntado —soltó Rubén.

—Rubén, cálmate, por favor —supliqué.

Se quedó paralizado un momento acumulando su rabia asímismo, pensativo.

—Me voy, siento haber interrumpido —dijo finalmente.

No se me ocurrió reproche así que me tocó quedarme viendo como se daba la vuelta para dirigirse al interior de la casa.
Lo perdí de vista en cuanto vi que se metía en uno de los pasillos.

Hundí mi cara en mis manos a modo de asimilación de lo que acaba de pasar y...

—Lo siento, Sandra —me interrumpió Lucas.

Me quedé callada como había hecho hace diez segundos con Rubén. Solo me salió un "buf".
Bajé mis manos y pude ver que Lucas me ponía una mano en el hombro.

—Joder, no es culpa tuya, solo...estábamos divirtiéndonos, nada más.

Él asintió con la cabeza y me miró a los ojos, manteniendo el contacto visual, hasta que pensé que tenía que arreglar las cosas:

—Lucas, lo mejor será que vaya y hable con él.

—Está bien —comprendió.

—Gracias por hacerme pasar un buen rato. Hasta pronto, por si no nos vemos después.

—Hasta pronto, Sandra —sonrió triste.

Me dirigí nadando hasta las escaleras de la piscina y salí de ella. Intenté escurrirme y quitar el exceso de agua sobre mi cuerpo, no iba a entrar en la casa con un mar de agua conmigo.

Una vez ya escurrida, fui hacia la puerta del jardín y entré en la casa sigilosamente. Me dirigí al pasillo que recordaba que se había metido Rubén. Era corto y daba acceso a dos habitaciones: en la puerta de una, había un cartel donde ponía escrito de forma bonito el nombre de Martina, por lo que supuse que ahí no había entrado. Así que me fijé en la otra puerta, en la cual había un pequeño dibujo de una bañera. Era un baño.

Vale, a esta familia le gustaba indicar cada tipo de habitación.

Como no supe qué hacer y estaba lo suficiente lejos de la "fiesta" para que no me oyese la gente, mi instinto optó por ir al grano.

—¿Rubén, estás aquí? —pregunté dándole a la puerta con los nudillos de la mano.

Tardó un rato en responder.

—Sí.

Así de simple.

—¡Abre!¡quiero hablar contigo!

—¿Y si estoy haciendo mis necesidades?

He de admitir que mi cara se volvió pálida al instante de escuchar esas palabras.

—Era broma —dijo al sentir mi silencio.

Ja, ja, ja.

—Pues abre, por f... —intenté terminar, pero abrió la puerta en ese momento.

Enarcó una ceja.

Entré en el cuarto y cerré la puerta.

—Vale, solo quiero aclarar que no ha pasado nada— dije.

—Estabáis muy juntos, no sé qué pensar.

Vaya, no sabía qué más decir.

—¿Confías en mí? —pregunté, al fin.

—Pues sí...

—Entonces, basta de malos rollos, sé que no nos gusta estar enfadados...¿verdad?

Él asintió.

—Además, ahora estoy aquí contigo. No tienes por qué preocuparte —le guiñé un ojo, sonriendo maliciosamente.

Yo sí que sabía mejorar las cosas...

Rio tímidamente y me miró con dulzura a los ojos. Se acercó para posar sus brazos en mis hombros húmedos, todavía.

—Me gustas más así, mojadita—murmuró bajando sus manos hacia mis manos—. Dime, ¿te apetece un poco de adrenalina?

—¿Qué piensa esa cabezota maligna?

Pusó una mueca de desagrado.

—Cabezota maligna no, cabezota ingeniosa —sonrió.

—En fin, ¿vas a decirme esa idea que tienes rodando en esa cabezota ingeniosa? —esbocé una sonrisa y puse los ojos en blanco.

—Sorpresaaa. Tú solo déjate llevar.

—Está bien...

Se acercó para besarme apasionadamente, pero con su toque especial, mientras yo cerraba los ojos y le cogía la cara. Se separó para poder cogerme y enganché mis piernas al rededor de su cuerpo, se dirigió hacia la pared que teníamos al lado y apoyé la espalda en ella, mientras nos besábamos.

Y allí pasó todo.

Sus manos en mis nalgas bajaron hacia mis muslos para acariciar mi piel. Después, su mano derecha se introdujo bajo el vestido. Poco a poco iba acercándose más a su destino. Yo, simplemente, me dejé llevar. ¿Qué podía decir?
La mano rozó mis bragas. Él paró de besarme para mirarme y preguntarme con la mirada si quería que lo hiciera. Yo asentí con la seguridad en mis ojos.
Simplemente, nos entendíamos sin necesidad de hablar.
Tiró suavemente de mis bragas hasta bajarlas un poco. Ahogué un gemido, pero él se acercó a mí para seguir besándome.
Su mano me acarició por la zona en la que había llegado hasta que introdujo uno de sus dedos, haciéndome suya.

El placer que me provocó hizo que gimiera en un murmuro.

Era...perfecto.

—Me encantas, Sandra —me dijo al oído antes de volver a su tarea.

Lucha conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora