La sangre en los escalones y el cuerpo inerte de mi abuelo eran imágenes que se repetían en mi mente. No recordaba haber llorado tanto como ese día.
Sentado en la fría sala del hospital, esperaba noticias de tío Jonathan sobre el estado de mi abuelo. Cada minuto parecía una eternidad, y la angustia me ahogaba. Intentaba mantener la compostura, pero la pena era casi insoportable.
En ese momento, Rebeca se acercó a mí y me tendió un vaso.
—Conseguí algunas cosas para prepararte una infusión —dijo suavemente—. Tómala, te hará bien.
Acepté el vaso con gratitud, pero no podía evitar sentir que todo era mi culpa, una carga que pesaba sobre todos.
—Lamento causarte problemas también a ti, Rebeca —susurré—. No creo que estar en el hospital fuera parte de sus planes.
Ella me miró con comprensión y negó con la cabeza suavemente.
—No digas eso, Dom. Estoy aquí para apoyarles.
A pesar de sus palabras, la culpa seguía latente. Si algo le pasaba a mi abuelo, nunca me lo perdonaría. La preocupación se enredaba en mi mente, formando un nudo apretado en mi pecho.
El tiempo parecía detenerse mientras la incertidumbre se aferraba a cada segundo.
En medio de la angustia, escuché unas pisadas apresuradas resonando en el pasillo. Al levantar la vista, vi a mi madre acercándose rápidamente. Sin decir una palabra, me envolvió en un abrazo, como si no me hubiera visto en años. Suspiré y le di una palmadita en la espalda antes de separarme.
ESTÁS LEYENDO
Una primavera llamada Asher
Teen FictionEn el mundo de Dominick Decker, la marca de flor con la que se nace lo es todo, por lo que él, siendo un desmarcado no puede más que sentirse excluido, al fin y al cabo, la popularidad y el valor están definidos por aquello que no tiene. Con la ment...