En el mundo de Dominick Decker, la marca de flor con la que se nace lo es todo, por lo que él, siendo un desmarcado no puede más que sentirse excluido, al fin y al cabo, la popularidad y el valor están definidos por aquello que no tiene.
Con la ment...
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Los desmarcados éramos un capricho de la naturaleza, rechazados por una sociedad que se resistía a aceptarnos. Yo había pasado toda mi vida sintiéndome inferior, pero tras los recientes acontecimientos, por primera vez sentí deseo de enfrentar los prejuicios.
Un brillo cálido de luz inundó la habitación. Me incliné sobre la cama y froté mis ojos adormilados que aún percibían el entorno como manchas de acuarela disueltas en agua.
Bajé a la sala y enseguida sospeché que algo extraño pasaba. Miré a tío Jonathan durante largo rato en busca de una respuesta, pero él solo ensanchó su sonrisa, más radiante de lo habitual.
—¿Qué está pasando? —pregunté al no conseguir nada.
—Te han venido a buscar.
Me apresuré a asomarme por la ventana. Miré el viejo Beetle de mi madre estacionado y a ella en la acera. De repente, como si hubiera leído mis pensamientos, alzó la vista y me saludó con la mano.
Sentí como mi respiración se perfilaba y los sentimientos encontrados se removieron en mi interior. Sin devolver su saludo, cerré de nuevo las persianas.
—Creí que no vendría el resto del mes —murmuré muy bajo.
—Pues, ¡sorpresa!, supongo —respondió mi tío, animado.