En el mundo de Dominick Decker, la marca de flor con la que se nace lo es todo, por lo que él, siendo un desmarcado no puede más que sentirse excluido, al fin y al cabo, la popularidad y el valor están definidos por aquello que no tiene.
Con la ment...
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La mayoría de las mañanas, despertar era salir de un mal sueño para adentrarme en otro. La única diferencia era que las pesadillas nocturnas carecían del terror de la realidad.
Sin embargo, esta vez fue distinto: había sueños por todos lados, y estaba seguro de que, al despertar, las pesadillas tampoco estarían ahí.
Abrí los ojos, incapaz de mantenerlos cerrados un minuto más, consciente del poco tiempo que tenía antes de que mi tío regresara y descubriera mi estado.
Me apresuré a vestirme y tan pronto terminé, abrí la puerta para poder escabullirme. Pero justo en ese momento me encontré con su figura acercándose.
—¿Jonathan?
—Buen día, Dom, ¿todo va bien? —saludó gentil. Sin embargo, sus gestos endurecieron con preocupación cuando se fijó en mí.
Aparté la mirada en un vano intento de ocultar las heridas que aún marcaban mi rostro.
—Sí, me has sorprendido. Regresaste muy temprano —alcancé a contestar y me apoyé en la pared, con los brazos cruzados.
—No llego a casa un par de días y mira cómo terminas —dijo, apagándose dolorosamente y llevó su mano a mi mejilla.
—No dejes que mis asuntos arruinen tu día —pedí, sin deseos de causar más molestias—. Acordamos que yo me encargaría de resolver mis propios problemas.
