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—Cambia la cara

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—Cambia la cara...—disimuladamente, Enzo me habló al oído sacándome del transe en donde me quede viéndolos fijamente.

—Perdón...es que si sabía que venían ellos, ni me gastaba en aparecer.—lo mire unos segundos, hablándole en tono bajo y con mi semblante angustiado.

—La vida es así Mia, cuando comparten el mismo ámbito social, la misma profesión y los mismos amigos, estas cosas pasan, no siempre vas a evitar cruzártelo.—sin mirarme, le dio un sorbo a su cerveza.

—Lo evite todo un año, puedo seguir haciéndolo...—ladee un poco mi cabeza sin sacar la mirada de mi hermano del medio.—Mas si el me pidió que me alejará completamente.

Molesto, apoyo el vaso con algo de fuerza sobre la mesa, frunciendo su ceño y por fin viéndome a los ojos.

—¿Y vos enserio pensas alejarte de todo y todos, solo por que el te lo dijo?—se cruzo de brazos, tirando todo su cuerpo hacia el respaldo de la silla.

—Si...—respondí insegura, y después tome de mi vaso.

—No Mia, deja de ser tan vulnerable ante el, si el no sabe lo que paso, ¿por que te castigas así?—enojado, me hablo entre dientes, pero yo no supe que contestar.

Solo esquive la mirada, poniéndola en un punto fijo tratando de olvidar la presencia del rubio junto a su pajera, a metros de mi, riendo y interactuando de una forma tan linda, que me mataba por dentro.

—Miluchi, toma te traje esto para que comas algo.— Thomi llega minutos después con una bandeja de papas y una mini sonrisa.

—Gracias...pero no tengo hambre—apoye mi cara en mi mano.

—Tenes que comer Mia.—demando Enzo, pero solo ignoré sus palabras.

—Un poco aunque sea, ¿si?—Franco saco su atención del teléfono para ponerla en mi, mirándome con su cabeza algo ladeada.

—Cuando tenga hambre como...—con mi mentón todavía sobre mi mano, gire un poco mi cabeza observando todo mi alrededor.

Estuve así un rato, callada, mirando, pensando, y a la vez escuchando alguna que otra cosa de las que hablaban mis hermanos. Eso hasta que rebuscando algo en mi cartera, vi el atado de cigarrillos y no pude evitar salir a fumar uno.

—Ya vengo...—me levanté de mi silla, y caminé hasta afuera del bar en donde se estaba festejando el cumpleaños de nuestro amigo.

Me senté en el borde del ventanal, saqué un pucho, lo puse en mi boca y lo prendí largando un poco de humo. Tranquila empecé a fumar mirando la Ciudad iluminada, algunos autos pasar y la música lejana de fondo que provenía del bar.
En eso, alguien se sienta al lado mío, no me hizo falta verlo para saber quien era.

—Vos estas cada vez mas hermosa...—con una sonrisa cálida me miro, con ese brillo en los ojos que me daba seguridad.

—Vos también Cuteo...—sonrió al igual que el, y sin dudarlo le doy un fuerte abrazo.

Cicatrices || Guido Armido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora