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Miraba un punto fijo, con un vaso lleno hasta la mitad con Whisky, mientras que con mi otra mano presionaba el teléfono sobre mi oreja

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Miraba un punto fijo, con un vaso lleno hasta la mitad con Whisky, mientras que con mi otra mano presionaba el teléfono sobre mi oreja. El tono sonó una, dos, tres, cuatro veces hasta que se cortó la llamada definitivamente. Perdí la cuenta de la veces que llame, o le mande mensajes a Guido. Pero ninguna de las dos cosas fueron contestadas, solo una buena clavada de visto.

Era tarde, de madrugada, la gente seguía disfrutando de la joda menos yo, que solo desaparecí de la multitud con mi bebida y me dispuse a estar en el patio interno, sin que nadie me moleste. Mis ojos pesaban un poco por el llanto, y mi cuerpo se sentía cansado y a la vez bastante ebrio, puesto que ya no se cuanta cantidad de alcohol consumí.

Mi cabeza retumbaba un poco mientras descansaba sobre mis manos; rendida ya que el rubio no me contestaba, y dudaba que el me llamara a mi, deje mi celular de lado, terminando lo poco que quedaba de mi whisky. Me levante de mi silla, y a paso torpe entre al bar, las luces estaban tenues, varias personas bailaban y otras hablaban, pero yo me ocultaba entre mi postura rígida y mis anteojos de sol. A los pocos metros, divise la mesa en donde estaban dos de mis hermanos, y camine decidida.

—¿Tenes cigarrillos?—le pregunte a Enzo, el cual sin darme mucha bola ya que estaba bastante entretenido con una mina, tantea con su mano el bolsillo de su pantalón, saca el atado completo de puchos y me lo extiende.

Sin decirle mas nada lo agarro, me voy para la barra, pido otro whisky y en ese corto lapso, saco un pucho de la cajita, pero al instante en el que quiero prenderlo, algo me frena. Decidida, guardo todo y lo dejo en el bolsillo de mi pantalón.

—Mira a quien me vengo a encontrar...—entre la música, una voz demasiada conocida resonó en mis tímpanos.

Ofuscada y sin ganas, miro a mi costado, encontrándome con Facundo apoyado en la barra, sonriendo de forma canchera y sosteniendo con su mano derecha un vaso de cerveza.

—¿Y a vos quien carajos te invito?—lo miro por a través de los lentes negros, con mi ceja alzada y mis palabras algo patinadas.

—Che...que mala onda.—chista con su lengua. —Tranquila eh, que vengo solo.

—Y que mierda me importa a mi, tomatelas. —agarro mi vaso, me doy media vuelta pero, su mano sosteniendo mi brazo me detiene el paso.

—¿Que es ese humor Mia?—habla algo cerca de mi cara, pero enseguida me alejo con una mueca de asco.

—Soltame, o te meto tal patada en las pelotas que te las dejo de moño.—me intento zafar, pero era inútil, tenia mas fuerza que yo.

—Esta bien, pero toma...—agarro mi mano libre, la junto con la suya dejando algo y se fue guiñándome el ojo.

A paso rápido, paso por toda la gente, y sin verme salió del bar desapareciendo completamente de mi vista. Confundida miro a mi al rededor, pero nadie parecía haber visto lo que paso. Lo que me dio el hincapié a ver de forma temblorosa, que había dejado el morocho entre mis manos.
Y cuando vi otra vez ese polvo blanco, mi cuerpo se helo, mi respiración se corto, y todo los efectos del alcohol que había en mi cuerpo, se esfumaron.
Otra vez, volví a observar a mi al rededor, y una vez mas nadie me estaba viendo.

Dale Mia, tírala a la mierda.

Sacudí levemente mi cabeza, yéndome de ahí a los pedos hasta el baño de damas. Mi cuerpo se encargo de empujar a algunos invitados, dando con el pasillo que nos llevaba a los baños. Ese tramo fue la cosa mas difícil de mi vida, en donde mi cabeza iba a mil por segundo, con recuerdos, flashes, voces. Y Guido, predominaba en todo.

Mi hombro abrió la puerta de par en par, y la trabe de forma torpe, apoye el peso de mi cuerpo en mis manos, mirándome fijamente en el espejo. Con mis manos temblorosas, me saque mis anteojos, los guarde y efusivamente refresqué mi cara con un poco de agua.
Mantuve un tiempo mis ojos en el reflejo del espejo, no sabia que hacer, como actuar, no me salían las fuerzas de ningún lado para deshacerme de la droga que sostenía mi mano izquierda.

De apoco las lágrimas empezaron a surgir de mis pupilas verdes, todo se quedo en silencio y como si de una película se tratase, todo comenzó a moverse en cámara lenta. Mis ojos, se clavaron en la palma de mi mano, dejándome ver otra vez esa bolsita de plástico, mal armada y quemada en las puntas, lleno de ese polvo blanco que varias veces se encargo de hacerme olvidar, pero también el mismo que me arruinó la vida.

Con mis ojos todavía viéndolo, lleve mi mano al bolsillo de mi campera, agarre mi teléfono para marcar su número. Lo lleve a mi oreja, sonó un tono, dos tonos, tres tonos,  pero no me contestó, simplemente me corto. Eso aumento la fuerza de mi llanto, y de la angustia que se apoderaba de mi pecho y garganta.

Lo necesitaba y por primera vez no estaba.
Era mi culpa.
Perdón...

(...)

Hasta ahora, estando en frente de su puerta, ni yo sabía como hice para manejar hasta acá. En mi estado, no lo sabía.
Toque una vez, pero no muy fuerte, y no me abrió. Se escuchaban los ladridos de los chihuahuas, pero ningún rastro del rubio.
  Golpee otra vez, mas fuerte, con una ilusión de que por lo menos se asome. Espere varios minutos, segundos, y entre mis ojos vidriosos, vi como la puerta se abrió, dejándome ver al rubio con la misma ropa, sus ojos algo cansados y las esquinas de ellos un poco rojas. Me destruyó más saber que lloró.

Nos miramos fijamente, ninguno de los dos quería hablar primero, pero era una batalla de miradas, que sabía que iba a perder.
Agache mi cabeza, apretando mas fuerte mi mano izquierda, al punto de que mis nudillos estaban blancos.

—Perdón...—susurre por lo bajo, clavando mis ojos verdes en sus pupilas marrones. —No quería que te sientas culpable...no hiciste nada, y yo estaba en pánico. —Relamí mis labios y de mi garganta salió un suspiro entrecortado. —No los veía hace un montón, no supe controlar mis emociones.

El tragó fuerte, sin despegar sus ojos de mi. Decidido, dio un paso adelante, dejando caer sus brazos a sus costados, dándome una imagen vulnerable, rota y sobre todo, decepcionada. Con coraje, copie su acto suavemente agarre su mano, el no se opuso, y yo de forma lenta envolví mis dedos en los suyos. Estábamos cerca, casi al roce de nuestros labios, pero ninguno se acercaba mas.

—Pero hoy aprendí algo...—su ceño se frunció un poco. —Que con vos quiero todo, por que aun siendo un desastre, vos siempre te quedaste Guido.

Me alejó, sintiendo un vacío enorme, y a la vez dejando algo en su mano que al instante el mira sin dar vueltas. Todo se torno en un silencio abrasivo, en donde yo lo miraba a el, pero el miraba la bolsita que estaba en su mano derecha con su entrecejo más fruncido que antes.

—Y gracias a vos, hoy pude ponerme a mi primera...—sus ojos, que ahora explotaban en lagrimas, me miraron. Y yo, desbordada en llanto, le sonreí. —No consumí ni un gramo, como te prometí...

Mentira si digo que no llore JDJAJJAJAAJA chau las dejo asi

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Mentira si digo que no llore JDJAJJAJAAJA chau las dejo asi.

Voten y comenten, que siempre las leooo, la amooooooooo❤️‍🩹❤️‍🩹❤️‍🩹💌💌

Cicatrices || Guido Armido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora