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—Adiós cuidate y descansa, ¿si?—me dice Franco desde la ventanilla de mi auto, y yo solo asiento con una sonrisa

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—Adiós cuidate y descansa, ¿si?—me dice Franco desde la ventanilla de mi auto, y yo solo asiento con una sonrisa.

—¡Te amo!—le grito antes de que el entre a su casa.

—¡Y yo a vos!—con una sonrisa me saluda y entra a su casa.

Apenas eso pasa, arranco y agarro camino hasta mi casa. En eso, pensaba en un montón de cosas mientras que de fondo sonaba "Vine hasta aquí" de Los Piojos.
Mi dedo golpeaba el volante al ritmo del tema, y de paso, esperaba que el semáforo cambie; en ese lapso de tiempo, una idea atravesó mi mente, pero no me animaba.

Pensaba tanto que no me di cuenta que el semáforo cambio hasta que una bocina me hizo sobresaltar. Apurada, y sin pensarlo mucho, giro a mi izquierda retomando camino hasta su casa. Nerviosa, maneje unos minutos hasta que en un abrir y cerrar de ojos, estaba en frente de su puerta.

—Dale Mia, vos podes....—susurre para mi, frotando mis manos antes de golpear su puerta.—vos podes...

Seguro tardo pocos segundo, pero para mi fueron eternos minutos, y cuando lo vi frente mío, con una musculosa y un pantalón suelto, se me aflojaron las piernas, y algo de arrepentimiento me surgió muy de adentro. Prácticamente estaba cagada hasta las patas.

—Hola...—me atrevo a hablar primero que el, que me miraba entre ilusionado y sorprendido. —¿Te desperté?

—No, estaba arreglando una guitarra...—parecía que una mini sonrisa se le iba a escapar de sus labios, pero aún así, se mantuvo algo serio.—Pasa Mi...

Movió un poco su cabeza ante su indicación, y sintiéndome la cosa mas chiquita del mundo, pase por su lado entrando a la gran casa. Enseguida, Tomba corrió hasta mi empezando a saltar en mis piernas.

—Hola Tombita...—contento me agacho y no pierdo el tiempo en acariciarlo un rato, eso hasta que mi vista se pone en el rubio que me mira sonriente.

—¿Queres algo para tomar?—camina hasta la cocina y yo lo sigo junto a Tomba que no se quiere despegar de mi lado.

—Bueno, cualquier cosa.—semi apoyo mi cuerpo en la mesada y miro como sin problema abre la heladera sacando dos cervezas, las destapa y me la alcanza una a mi. —Gracias.

—Por nada.—copia mi acción y se apoya a mi lado, dandole un trago largo. —¿Paso algo?

Me mira por encima de su hombro, a lo que yo tomando todavía, lo miro de reojo algo nerviosa. 

—Nada...quiero hablar.—limpie mis labios y lo volví a ver.

—Vamos al patio.—sereno, pasa por mi lado agarrando mi mano y tirando de mi suavemente para salir de la cocina y caminar hasta su patio.

Yo amaba tomar algo, hablar en el patio y ver el cielo. El lo sabía.

En silencio nos sentamos en el sillón, frente a frente. Antes de hablar, bastante nerviosa jugué con el pico de la botella de vidrio sintiendo su mirada puesta en mi.

Cicatrices || Guido Armido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora