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Noah estaba sentada en su asiento, con la cabeza recostada contra la ventana del avión

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Noah estaba sentada en su asiento, con la cabeza recostada contra la ventana del avión. Miraba hacia el exterior, pero sus pensamientos estaban lejos, perdidos en una maraña de dudas, miedos y recuerdos. Exhaló profundamente mientras los anuncios del aterrizaje llenaban la cabina. Era hora de volver a Italia. Se colocó el cinturón de seguridad y cerró los ojos por un segundo, tratando de calmar la tormenta interna que la acompañaba.

Cuando el avión aterrizó, las personas alrededor parecían apuradas, bajando rápidamente como si un fuego las persiguiera. Noah, en cambio, se tomó su tiempo. Levantó su equipaje con calma, sabiendo que no tenía prisa por enfrentarse al mundo exterior.

Al entrar en el aeropuerto de Monza, su mirada vagó por la multitud que esperaba recibir a sus seres queridos. Sonrió con un toque de nostalgia al ver los abrazos, las risas, las bienvenidas. Entre la multitud, distinguió un cartel que llevaba su nombre, "Noah Ferreti". Alzó la mirada y se encontró con un joven vestido con un traje formal, impecable y con un aire de confianza. Era uno de los empleados de su padre, sin duda.

El chico tenía el cabello castaño claro y ligeramente despeinado, unos ojos azules profundos que parecían contener más historias de las que jamás se contarían. Su mandíbula era afilada y su expresión, serena pero cálida. Con una sonrisa discreta, Noah se acercó a él.

—Ciao, soy Noah —dijo, aunque sabía que el cartel ya lo indicaba.

El joven le sonrió con calidez, y su tono fue seguro pero amistoso.

—Bienvenida a Italia, signorina Ferreti —respondió mientras le tomaba el equipaje con suavidad, haciéndole un gesto para que lo siguiera.

Noah le devolvió el saludo, algo sorprendida por lo familiar que se le hacía su rostro, aunque no terminaba de ubicarlo del todo.

—Gracias... —respondió con una leve sonrisa, mientras él le tomaba el equipaje con facilidad—. ¿Trabajas para mi papá?

—Así es, desde hace ya varios años —dijo mientras caminaban por el aeropuerto en dirección al estacionamiento. La charla fluía de manera natural—. Tu padre está ansioso de que te incorpores a la empresa. Ha estado hablando de ti sin parar.

Noah sonrió, aunque algo incómoda. Sabía lo que implicaba volver a la empresa de su familia y sentía una ligera presión en sus hombros. Sin embargo, algo seguía inquietándola.

—Siento que debería conocerte —dijo ella, mirándolo de reojo—. Pero no te recuerdo.

El joven soltó una pequeña risa.

—Eso es porque solías conocerme. Soy Lorenzo... Lorenzo Antonelli. Empecé a trabajar para tu padre cuando era muy joven. De hecho, nos volvimos mejores amigos durante un tiempo.

Noah lo miró, sus ojos se abrieron con sorpresa mientras su memoria encajaba todas las piezas. Se detuvo un momento y soltó una carcajada incrédula.

—¡Lorenzo! —exclamó—. Claro que te recuerdo. ¿Cómo pude no reconocer al Lolo?

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Bajo la Luz del Camp Nou | Fermín López  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora