TRES

2.8K 273 94
                                    

Ian

La primera vez que vi a Jade en aquel vestido blanco, supe que mi vida cambiaría. No era una revelación romántica, como cuando alguien se da cuenta de que está frente a la mujer de su vida. No, para mí fue el momento en que entendí que estaba completamente atrapado en algo que no deseaba.

Es irónico. Toda mi vida me he rodeado de control, de decisiones calculadas, de caminos trazados con precisión. Me convertí en el CEO de la empresa de mi familia porque sabía que era el único que podía manejar esa presión, esa responsabilidad. Pero cuando me obligaron a casarme con Jade, todo lo que pensaba que controlaba se desmoronó.

No la odio, pero tampoco siento nada por ella.

Y esa indiferencia me incomoda más de lo que estoy dispuesto a admitir.

Miro el reloj en mi oficina por tercera vez esta mañana. Son las once, y sé que si no me apresuro, alguien va a preguntarse por qué no estoy almorzando con mi "esposa". La palabra suena extraña en mi cabeza, como si estuviera hablando de alguien más.

Desde que nos casamos, he hecho lo posible por mantener mi distancia. Los pocos momentos que hemos compartido han sido incómodos, llenos de silencios que ni siquiera intento romper. No porque no pueda, sino porque no quiero.

—Ian, tienes la reunión con los inversores en quince minutos —dice Rebecca desde la puerta de mi oficina.

Me giro hacia ella, y ahí está: la única persona que parece entender lo que realmente necesito.

Rebecca no es solo mi asistente. Es mucho más que eso, y lo ha sido desde antes de que todo este maldito teatro de boda comenzara. Lo supe desde el momento en que la vi trabajar junto a mí, desde que nuestras conversaciones pasaron de ser estrictamente profesionales a algo más.

—Gracias, Rebecca. —Le sonrío, y ella me devuelve esa mirada que solo nosotros entendemos.

Se acerca, cierra la puerta detrás de ella y camina hacia mí con la seguridad de quien sabe exactamente qué está haciendo. Apoya su mano sobre mi escritorio, inclinándose hacia mí, y susurra:

—¿Cómo te sientes? —Su voz es suave, casi íntima, y me encuentro relajándome un poco, como si el peso de este matrimonio desapareciera cada vez que estoy con ella.

—Frustrado —respondo con  sinceridad, dejando el bolígrafo que estaba sosteniendo—. No puedo evitar sentir que me estoy hundiendo más cada día.

Rebecca se endereza y camina alrededor del escritorio, situándose a mi lado. Coloca una mano en mi hombro y la aprieta ligeramente, un gesto que debería parecer inocente, pero que entre nosotros es cualquier cosa menos eso.

—Lo sé. Pero pronto terminarás de organizar todo lo que necesitas con la empresa, y podremos pensar en otra cosa —dice, su tono sugerente.

Miro hacia arriba, encontrando su mirada, y sé que tiene razón. Rebecca siempre ha sido pragmática, mucho más que yo. Ella nunca se ha quejado de lo que tenemos, ni ha exigido más de lo que puedo ofrecerle. Quizás por eso todo fluye tan fácilmente entre nosotros. Con Jade, en cambio, todo es rígido, forzado, como si ambos estuviéramos interpretando un papel en una obra que ninguno de los dos quiso protagonizar.

La puerta se abre de repente, y me aparto de Rebecca al instante. Mi cuerpo se tensa cuando veo entrar a uno de los ejecutivos. Hans, uno de los veteranos de la empresa, siempre ha sido demasiado observador para mi gusto.

—Ian, los inversores están listos —dice Hans, con una mirada fugaz hacia Rebecca que, aunque sutil, no pasa desapercibida para mí.

—Voy en un segundo —respondo, volviendo a ponerme de pie para aparentar que todo está bajo control.

Amor Inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora