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Estaba en la sala, viendo a Diego jugar con su PlayStation

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Estaba en la sala, viendo a Diego jugar con su PlayStation. Parecía relajado, concentrado en la pantalla, moviendo los dedos con agilidad sobre el control. No podía decidir si era el momento adecuado para decirle que Ivan vendría mañana a casa.

Quizás era mejor aprovechar que estaba de buen humor y decírselo ahora, antes de que las cosas se complicaran. Aunque, por otro lado, tal vez sería más prudente esperar a la mañana, cuando recién se levantara y estuviera más calmado.

Respiré hondo, sopesando las opciones, pero al final decidí ir por lo primero.

— Diego, quiero hablar contigo —dije, tratando de sonar casual mientras me sentaba en el sofá junto a él.

Diego desvió la mirada de la pantalla un instante, frunciendo el ceño. Luego, como si se activara un interruptor en su cabeza, su expresión cambió drásticamente.

— Sofía, no fue culpa mía. Esas chicas del instituto iban detrás de mí, ¿ok? Por eso tuve que saltarme tres clases. — Lo dijo de corrido, como si estuviera esperando un interrogatorio inminente.

— ¿Qué...? —parpadeé, sorprendida por su reacción—. ¿De qué estás hablando?

— Nada. — Volvió su atención a la pantalla, fingiendo que no había soltado semejante confesión sin sentido.

Sacudí la cabeza, decidiendo dejar pasar el comentario por ahora. Tenía algo más importante que decirle.

— Escúchame —dije, acomodándome para hablar más seriamente—. Mañana, un amigo vendrá a pasar unos días a nuestra casa.

De inmediato, Diego dejó caer el control en su regazo y se volvió hacia mí con una mezcla de sorpresa e indignación.

— ¡Sofía! —se quejó con un tono quejumbroso—. ¡Dime que no es una chica! Por favor, dime que no lo es.

Suspiré, sabiendo exactamente por dónde iba todo eso.

— No, no es una chica —respondí, intentando calmarlo antes de que siguiera con su ataque de dramatismo—. Pero...

— Entonces me da igual —me interrumpió antes de que pudiera terminar la frase, levantándose del sofá como si ya todo estuviera resuelto—. Mientras que tu "novio" no me quite mi sitio en el sofá, no hay problema.

Abrí los ojos de par en par, sintiendo cómo la frustración comenzaba a hervir dentro de mí.

— ¡Que no es mi novio! —repliqué, levantando la voz un poco más de lo que había planeado.

Diego ya se había dado la vuelta para irse, ignorando mi aclaración como siempre. Pero antes de que pudiera seguir discutiendo, el sonido del timbre resonó en toda la casa, interrumpiendo nuestro pequeño enfrentamiento. Ambos nos miramos, desconcertados, pensando lo mismo: ¿Quién podría ser a estas horas?

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