SOFIA DÍAZ, una amante del cine, es contratada para documentar "La velada del año III". En este evento es donde conoce a IVAN, el cuál es un streamer muy conocido argentino, pero eso ella no lo sabe.
Iván se embarca en una búsqueda para encontrarla...
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Desperté con una molestia en la parte baja del vientre, como si un leve dolor en los ovarios se instalara justo al borde de mi memoria, que estaba difusa y desordenada. Al tratar de recordar lo que había pasado la noche anterior, todo se sentía como un sueño borroso, y no conseguía aclarar nada.
Lo primero que hice fue buscar mi móvil en mi habitación, intentando juntar alguna pista. Pero no estaba. Frustrada, di un suspiro y decidí salir. Justo antes de cruzar la puerta, mi reflejo en el espejo llamó mi atención, y me sonrojé de inmediato al ver que llevaba puesta nada más que una camiseta de Iván.
Apreté los labios, tratando de ignorar el calor que me subía a las mejillas, y me apresuré a salir de la habitación para dirigirme a la cocina. Al llegar, encontré a Iván comiéndose un croissant despreocupadamente al lado de mi hermano, quien parecía en plena conversación, como si nada hubiera pasado.
— Buenos días.—me saludó Ivan, levantando la vista de su plato con una media sonrisa burlona—. ¿Dormiste bien?
Diego, mi hermano, nos miró a los dos varias veces, alternando entre Iván y yo, y en un instante pareció entender lo que había pasado. Con una expresión de incredulidad y asco, escupió un trozo de croissant y se levantó rápidamente de la mesa, saliendo de la cocina sin decir una palabra.
—¡Lo siento, Diego! —se rio Iván, haciéndose a un lado en la barra y señalándome la silla junto a él—. Te compré una napolitana de chocolate.
Me dejé caer en la silla, sosteniendo la cabeza con una mano.
—Me duele la cabeza —dije, frunciendo el ceño mientras trataba de recordar, aunque fuera un poco, lo que había pasado la noche anterior.
Iván sonrió con un toque de diversión en sus ojos.
—Normal, tomaste más que todos nosotros juntos. Te lo advertimos, ¿no?
—Lo siento si fui molesta... tampoco recuerdo mucho de lo que hice, así que...
—¿En serio no recordás nada? —preguntó Iván, entre curioso y entretenido, mirándome con una sonrisa traviesa en el rostro.
—Bueno... algo... pero no estoy segura —murmuré, evitando su mirada mientras empezaba a comer la napolitana que me había dejado.
Iván se acercó un poco, con ese gesto juguetón suyo, y de repente me dio un beso en la mejilla. Me aparté rápidamente, con el rostro encendido, limpiándome la mejilla mientras él reía bajo.
—¿Te duele, no? —preguntó, entre divertido y un poco más bajo, como si estuviéramos compartiendo un secreto.
—Sí, un poco... —murmuré, la vergüenza invadiéndome. Me levanté del taburete rápidamente, con el corazón acelerado, y retrocedí para ocultar mi cara con las manos. Mis piernas comenzaron a temblar al intentar recordar fragmentos de la noche anterior. Sabía que algo había pasado, pero solo tenía destellos de gemidos y risas en mi memoria. Al parecer, realmente lo había disfrutado.