Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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Lynn caminaba por los pasillos del estudio de danza, con la respiración aún agitada tras la práctica de ballet obligada. Aunque sus músculos estaban cansados, su mente ya estaba enfocada en algo más. Sabía que era la hora en que Giselle terminaba su ensayo en el estudio de baile Élite, y no podía evitar la emoción de recogerla para irse juntas.
Al acercarse al estudio, se detuvo en seco. A través de la amplia ventana de cristal, vio a Giselle bailando sola. La música suave llenaba el espacio, pero lo que realmente capturó a Lynn fue la forma en que Giselle se movía. Su cuerpo fluía con una gracia natural, casi etérea, como si el mundo entero estuviera diseñado para acompañar cada uno de sus movimientos.
Lynn se quedó paralizada. Jamás había visto a Giselle así, tan entregada al baile, tan libre. Cada giro, cada estiramiento parecía hecho sin esfuerzo, pero con una precisión perfecta. Los rayos de luz que entraban por las ventanas le daban un brillo dorado, haciéndola ver casi irreal. Como si fuera de otro mundo.
Lynn tragó saliva, sintiendo un calor extraño en su pecho. Observó cómo Giselle terminaba su solo, bajando suavemente de un giro para sostener una posición final. El estudio quedó en silencio, excepto por el sonido de la respiración de Giselle.
Lynn no pudo evitarlo más y, en un impulso, empujó la puerta, entrando al estudio.
Giselle levantó la mirada y sonrió, con el rostro ligeramente sonrojado por el esfuerzo.
-¿Te gustó el espectáculo? -bromeó Giselle mientras se acercaba a Lynn, con una sonrisa juguetona.
Lynn asintió, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta por un momento. Su mirada seguía fija en Giselle, y antes de pensarlo dos veces, murmuró:
-Hay algo mágico en verte bailar; me hace querer ser parte de tu mundo.
Giselle se detuvo, sorprendida por la sinceridad en la voz de Lynn. Sus ojos se suavizaron y una sonrisa cálida apareció en su rostro. No esperaba escuchar algo así, y mucho menos de Lynn, siempre tan sarcástica y reservada. Se sintió halagada, pero también vulnerable ante esas palabras.
-Quizás ya lo eres -respondió Giselle, acercándose aún más, hasta que ambas estuvieron lo suficientemente cerca como para sentir el calor de la otra.
Lynn rió suavemente, intentando romper la tensión que había crecido entre ellas, pero el nerviosismo aún la dominaba. No estaba acostumbrada a sentir algo tan intenso, y mucho menos a ponerlo en palabras.
Giselle tomó suavemente la mano de Lynn y la guió hacia el centro del estudio, sin dejar de sonreír.
-Ven, déjame enseñarte algo.
-No, otra vez no -Lynn frunció el ceño, aunque no se resistió. Era difícil decirle que no a Giselle cuando le miraba de esa manera.
