Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lynn caminaba por los pasillos de la escuela, pero hoy todo parecía más complicado de lo normal. Las palabras de Luan sobre Giselle seguían dándole vueltas en la cabeza. No estaba lista para enfrentar la situación, y mucho menos a Giselle tan temprano en la mañana.
De repente, escuchó la voz que menos esperaba, aunque más temía en ese momento.
—¡Lynn! —gritó Giselle mientras se acercaba con su andar confiado, con una sonrisa brillante como siempre.
Lynn se tensó y forzó una sonrisa, intentando aparentar normalidad—. ¡Giselle! Eh... ¡Hola! —saludó torpemente, tratando de sonar casual mientras su mente buscaba una vía de escape.
—¿Estás bien? —preguntó Giselle con una ceja levantada, notando el tono raro de Lynn—. Te ves... diferente.
—¿Diferente? ¡No, no! —Lynn se puso aún más nerviosa, su mente corriendo a toda velocidad—. Estoy... ¡perfecta! Solo... ya sabes... el aire de la mañana... a veces afecta la... la... eh... postura. —Intentó hacer un gesto exagerado de estiramiento para parecer despreocupada, pero terminó casi tropezando con su propio pie.
Giselle soltó una risita—. Bueno, si tú lo dices. ¿Puedo acompañarte a clase?
Lynn se quedó quieta por un segundo, tratando de procesar la pregunta, pero el pánico se apoderó de ella. No podía estar cerca de Giselle en ese momento. No después de todo lo que estaba pasando en su cabeza. Su única opción era... huir.
—¡Oh! Eh, lo siento, pero... ¡debo pedirle mi cuaderno de a Margo, se lo preste para que copiara la tarea! —Lynn improvisó torpemente—. Sí, mi... eh... cuaderno de... matemáticas. ¡Ya sabes lo importante que son las matemáticas! —Su tono de voz era tan agudo y rápido que incluso a ella le sonaba extraño—. Sin él, no podré sobrevivir a la clase.
—¿Matemáticas? —Giselle la miró confundida, sabiendo perfectamente que Lynn no tenía clase de matemáticas ese día—. Lynn, ¿segura que estás bien?
—¡Súper! —dijo Lynn, con una risa nerviosa—. Solo que... ya sabes... números. ¡Muy importantes! Tengo que... resolver ecuaciones o algo así... ¡Nos vemos más tarde! —y antes de que Giselle pudiera decir algo más, Lynn giró sobre sus talones y salió casi corriendo en dirección opuesta.
Mientras se alejaba a toda prisa, Giselle se quedó ahí, mirando cómo desaparecía por el pasillo, sin poder evitar una mezcla de confusión y diversión.
—Nunca deja de sorprenderme —murmuró Giselle para sí misma, sonriendo ante la torpeza de Lynn.
Lynn llegó corriendo hasta el baño de chicas, sintiendo que su cabeza iba a explotar con todas las emociones acumuladas. Apenas cerró la puerta detrás de ella, soltó lo que había estado reprimiendo tanto.
—¡A Luan le gusta Giselle! —gritó, dejando escapar la frustración y el estrés que la situación le había causado.
El eco de su grito rebotó por las paredes del baño, pero afortunadamente, solo dos personas estaban allí para escucharla: Margo y Paula. Ambas estaban junto al espejo, retocándose rápidamente antes de ir a clase.
