Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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La luz del sol se filtraba a través de las ventanas del aula de historia, creando un ambiente cálido y acogedor. Sin embargo, mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos, dándole vueltas a la sorprendente aparición de Lia. Mientras el profesor explicaba algún evento histórico, las palabras se desvanecían en un murmullo distante.
A mi lado, Lynn se movía inquieta, lanzando miradas hacia mí y luego hacia el pizarrón. Finalmente, no pudo contenerse más.
—Giselle, ¿estás bien?— preguntó, con una preocupación genuina en su voz. Sus ojos, siempre tan observadores, buscaban los míos, como si intentaran desentrañar lo que pasaba por mi cabeza.
—Eh… sí, solo…— respondí, tratando de reprimir la confusión que me envolvía. —Solo estaba pensando en Lia.
—¿Lia?— repitió, levantando una ceja. —¿Tu prima?
Asentí, sintiendo cómo el peso de mis pensamientos se hacía más presente.
—Es que no esperaba verla aquí. Fue una sorpresa, y no precisamente buena—, murmuré, dejando que mis palabras fluyeran. —No tengo idea de qué está tramando.
—¿Por qué? ¿Qué tan mala puede ser?— preguntó Lynn, su curiosidad ardiendo. Era difícil no apreciar su optimismo.
—Siempre ha sido un poco… —me detuve, buscando las palabras correctas— egoísta. Le encanta ser el centro de atención, y ahora que está aquí, siento que podría armar un espectáculo.
Lynn frunció el ceño, reflexionando sobre mis palabras.
—Pero quizás ha cambiado. La gente puede evolucionar, ¿sabes?— sugirió, con su tono habitual de apoyo. —Tal vez esta vez solo quiera conocerte.
—Quizás—, respondí, sintiendo una mezcla de escepticismo y esperanza. —Pero nunca se ha interesado por lo que yo haga. Solo le importa lo que ella quiere. La última vez que la vi, era exactamente así.
—Eso suena… complicado—, dijo Lynn, su expresión mostrando empatía. —Entiendo que esto no es fácil para ti.
—Es que no quiero que el drama familiar se repita. Ya he tenido suficiente de eso—, admití, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de mí nuevamente.
—Tienes que hablar con ella, Gigi. Si no, seguirás imaginando cosas. Y si no te gusta lo que ves, siempre puedo intervenir, tú sabes—, bromeó Lynn, tratando de aligerar el ambiente.
Reí suavemente, pero una parte de mí seguía preocupada.
—Aprecio la oferta, pero no quiero que tengas que lidiar con mi familia—, respondí. —No siempre es divertido.
—¿Quién dijo que sería divertido?— bromeó Lynn, su tono juguetón haciéndome sonreír. —Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin importar lo que pase con Lia.
