Emily.
Ingreso a casa, el aire denso con el olor a comida recalentada y la televisión encendida. Papá está sentado frente al televisor, tal como lo dejé en la mañana, absorto en algún programa de deportes. Intento seguir de largo a las escaleras, deseando no escuchar nada, no verlo, ni interactuar. Pero su gruesa voz me detiene en seco.
—Qué bien, llegas temprano... —dice, dejando caer un tono que no me gusta.
—Sí, me voy a mi cuarto —respondo, tratando de mantenerme en movimiento.
—¿Quién es ese del carro? Y no quiero excusas —inicia, su mirada fija en mí, como si esperara una confesión.
Me detengo de nuevo, el nudo en mi estómago se aprieta.
—En todo caso sería "esa", —le digo, intentando sonar desinteresada—, es la hija de mis jefes quien me hizo el favor de traerme.
Su expresión se endurece, la curiosidad mezclada con desconfianza.
—¿Y qué tan "favor" fue? —pregunta, dejando caer el sarcasmo en su tono.
Siento la irritación burbujear en mí, recordando la calidez de la tarde con April.
—No es lo que piensas —respondo, tratando de mantener la calma—. Solo nos llevamos bien.
Me encantaría poder decirle la verdad, que no es la primera vez que a su hija le gusta una chica. Pero ahora, con April, hay algo que va más allá de una simple atracción. Sin embargo, no valdría la pena abrir esa puerta. Para él, siempre sería "la puta interesada" que busca más de lo que necesita. No estoy dispuesta a arriesgarme a que su desprecio arruine lo que estoy empezando a construir con April.
—Como sea, espero que me salgas con sorpresas. Es más, hoy fue la última vez que trabajaste.
—¿Qué? —pregunto, la incredulidad marcando mi voz.
—Lo que oíste. ¿O es que eres sorda...?
—Pa, pero necesito el dinero para la universidad... —le recuerdo, y una leve sonrisa se dibuja en sus labios, como si hubiera una pequeña chispa de esperanza en que tal vez me sorprenda con un fondo o alguna manera de ayudarme a costear mi carrera.
—Claro que no, no necesitas una carrera; jamás serás alguien.
Su comentario me golpea como un puñetazo en el estómago. La frustración se agita dentro de mí.
—¿Quién te entiende? —exclamo, incapaz de contenerme—. ¡No quieres que busque a alguien por interés que me mantenga, pero tampoco quieres que haga una carrera!
La incredulidad y el resentimiento se reflejan en mi voz. Su actitud me deja sin palabras, atrapada en un ciclo de limitaciones que siento que me ahogan.
—No es así —responde, su tono se endurece—. Solo quiero que entiendas que el mundo no es un lugar amable. La gente no te va a ayudar solo porque sí.
—¿Y qué? ¿Debo quedarme aquí, sin hacer nada? —pregunto, mi voz temblando de rabia y desesperación—. Quiero algo más que esto.
—Lo que quieras no importa —dice, cruzando los brazos—. Tienes que aprender a ser realista.
—¿Realista? —replico, sintiendo cómo la indignación se apodera de mí—. ¿Realista es conformarme con lo que tengo y aceptar que no tengo futuro?
—Es lo que hay, Emily. Acepta la realidad.
A pesar de su tono autoritario, una parte de mí sigue aferrándose a la idea de que puedo cambiar las cosas.
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Inevitable
ChickLitEn este especial de ¿Quién enamora primero?, Emily Masón empieza a trabajar como niñera de los mellizos Carter y no solo aprenderá a como cuidarlos sino a como lidiar con la repentina atracción que siente hacia April, la hermana mayor de ellos. Jun...