Capítulo 9

240 27 1
                                    


Emily.

La semana con April ha sido increíble. Cada tarde, después de cuidar a los mellizos, pasamos horas jugando con ellos hasta que, agotados, caen rendidos en sus siestas. Es en ese momento, cuando la casa se calma y el silencio reina, que nos encerramos en su cuarto. Esos ratos a solas, lejos del bullicio, se han vuelto nuestro pequeño refugio, donde el mundo parece detenerse por completo.

Dentro de su cuarto, todo se siente más íntimo, más nuestro. Nos recostamos en la cama, hablando en susurros, compartiendo secretos y risas que solo pertenecen a nosotras. A veces no decimos nada, simplemente disfrutamos de la compañía, con su cabeza apoyada en mi hombro y mis dedos enredados en su cabello. La tranquilidad de esos momentos me llena de una paz que no había sentido en mucho tiempo.

Cada segundo que paso con ella, siento que algo dentro de mí se enciende. Y aunque el reloj sigue su curso, no quiero que termine.

Mientras estamos tumbadas en la cama, un aire de complicidad se establece entre nosotras. April levanta la vista, sus ojos marrones centellean con una mezcla de travesura y deseo. Hay un momento de silencio, en el que el mundo exterior desaparece y solo existimos nosotras.

Aprovecho la cercanía para acariciar suavemente su brazo, sintiendo su piel cálida bajo mis dedos. Ella se estremece y una pequeña sonrisa se asoma en sus labios. Sin pensarlo, me acerco un poco más, y nuestras respiraciones se entrelazan.

Con un movimiento delicado, ella se incorpora un poco y, en un impulso compartido, nuestros labios se encuentran. El beso es tierno al principio, pero rápidamente se transforma en algo más apasionado. Sus manos se enredan en mi cabello mientras la atraigo hacia mí, acercándola aún más, como si quisiese fusionarnos en un solo ser.

El calor entre nosotras aumenta, y mis manos exploran su cuerpo con suavidad, sintiendo cada curva y cada rincón como si fuese un mapa que deseo descubrir. April responde a cada caricia, su piel se eriza y su respiración se vuelve más entrecortada.

—Dios, esto se siente tan bien —murmura April, sus manos encontrando el dobladillo de mi camiseta. Con movimientos suaves pero firmes, la levanta, deslizándola por mi cuerpo hasta que queda tirada a un lado. El aire frío acaricia mi piel, pero su mirada ardiente me envuelve en un calor abrumador.

Hoy, que los golpes han disminuido, me atrevo a dejarme llevar sin temor a que alguien me vea y empiece a hacerse preguntas que no sé si podría responder. La intimidad que compartimos se siente como un refugio, un escape de la realidad que me ha perseguido.

Mientras la habitación se llena de un silencio tenso, solo interrumpido por nuestras respiraciones entrecortadas, siento cómo la ansiedad se disipa, reemplazada por una creciente necesidad de estar cerca de ella. April se acerca más, sus labios rozando mi piel, enviando una ola de escalofríos placenteros por mi columna.

—Espera, espera... —digo, haciendo una pausa y tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—¿Sí, rojita? —inquirió April, su voz jadeante y llena de curiosidad.

—Es que... nunca he estado con alguien, ni chico ni chica... —confieso, sintiendo cómo la vulnerabilidad me envuelve. La confesión me sale en un susurro, como si el aire pudiera llevarse mis palabras.

April se detiene, sus ojos se abren un poco más, y por un instante, me siento expuesta. Pero en lugar de retroceder, su expresión se suaviza.

—Está bien, no tenemos que hacer nada de lo que no estés segura... —responde con un tono cálido, casi maternal.

—Es solo que... estoy segura, pero no quiero decepcionarte. Me da miedo ser mala en esto... —admito, la inseguridad burbujeando en mi pecho.

April suelta una pequeña risa, suave y reconfortante.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora