Capítulo 14

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April

Este lunes, mi rojita llegó un poco tarde. Aunque está jugando con los mellizos, la noto distante, como si no estuviera disfrutando como en otras ocasiones. Sus risas parecen más forzadas, y su mirada se pierde de vez en cuando, como si tuviera algo más en la cabeza.

No quiero pensar que todavía le afecta lo del concurso. Ese cazatalentos homofóbico es un completo idiota, y me duele ver que sus palabras aún puedan tener algún peso en ella.

Una vez que los mellizos caen rendidos, los llevamos a su habitación para que tomen su siesta. Ella se sienta en el sofá, sacando sus cuadernos y unos libros, y me acomodo a su lado, observándola.

—¿Todo bien, Rojita? —pregunto, notando la sombra en su expresión mientras acomoda sus materiales en la mesa de centro.

—Sí, Ricitos —me responde, pero su tono no me convence.

Le doy un apretón suave en el brazo, intentando transmitirle mi apoyo.

—Si es por lo del concurso, hermosa, recuerda que ni tú ni yo tenemos la culpa de que ese tipo sea un homofóbico.

—Sí, lo sé. Pero era una gran oportunidad, y además...

—¿Además, qué, cariño? —le digo suavemente—. Sabes que puedes decirme lo que sea.

Suspira y baja la mirada, como si le costara encontrar las palabras.

—Ya te mencioné a Ada... ella es como una hermana para mí —murmura, jugando con la esquina de un cuaderno—. Le sucedió algo horrible, y yo la dejé sola... no estuve allí para ella cuando más me necesitaba, y ahora no sé cómo ayudarla.

Le tomo la mano, dándole un apretón firme y reconfortante.

—Escúchame, no es fácil estar para todos, siempre. Pero el hecho de que te preocupes tanto por nosotras muestra lo increíble de tu corazón.

Ella asiente, aunque todavía veo en su rostro esa sombra de culpa.

—Solo desearía poder hacer más —susurra—. A veces siento que, por más que lo intente, no es suficiente.

—Rojita, estás haciendo más de lo que crees —le digo con ternura—. Estás aquí, cuidando de los mellizos, preocupándote por Ada, por mí... eso ya es mucho. Eres más fuerte y valiente de lo que te das cuenta.

Sus ojos se humedecen, pero mantiene la compostura. Me acerco un poco más y, sin soltar su mano, le doy un beso en la frente.

—Recuerda que no tienes que cargar con todo sola, ¿sí? Aquí estoy para apoyarte en todo.

Ella me sonríe débilmente, pero con una chispa de alivio en su mirada.

—Vale... ¿me ayudas con mi tarea? —pregunta, tratando de sonar casual mientras empieza a dispersar sus cuadernos y libros sobre la mesa.

Me acomodo a su lado, notando cómo empieza a hojear las páginas rápidamente, casi sin detenerse en ninguna.

Enseguida, se queda mirando al techo, como si estuviera buscando las palabras o intentando recordar algo importante, pero luego vuelve a enfocarse en el libro solo para pasar otra página sin leer.

—Claro que sí, Rojita. Vamos paso a paso, ¿te parece? Primero repasamos lo básico y luego vemos los ejercicios.

Ella asiente, aunque noto su mirada distraída, saltando de un lado a otro de la mesa, como si todo a su alrededor le llamara la atención menos el libro frente a ella. A veces, sus dedos tamborilean contra la mesa sin darse cuenta, y tiene que sacudirse, como si estuviera intentando concentrarse de nuevo.

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