Volver a la rutina no fue tan fácil como esperaba. La conversación con Sara me había dejado agotado, pero al menos tenía algo claro: aún tenía una oportunidad. No me la iba a tirar por la borda otra vez.
Los entrenamientos eran cada vez más intensos, con el campeonato acercándose y la presión subiendo. A veces me servían para distraerme, pero en otros momentos, solo me recordaban lo complicada que estaba mi vida personal. Tenía que estar enfocado, pero mi cabeza no dejaba de volver a Sara y a la mierda que había causado con Natalia.
El entrenador nos reunió en la mitad del campo para dar unas instrucciones finales. Sentía el sol quemándome la piel, pero apenas podía prestarle atención a otra cosa que no fuera la última mirada de Sara antes de subirse a su carro. Quería hacer las cosas bien, pero las dudas aún estaban presentes. No sabía si realmente podría mantenerme firme con todo lo que se venía encima.
—¡Rios! —la voz del entrenador me sacó de mis pensamientos—. ¿Estás con nosotros o en otro lado?
Sacudí la cabeza y lo miré con una pequeña sonrisa.
—Perdón, profe. Estoy aquí.
Él frunció el ceño, como si no creyera en mis palabras, pero no dijo nada más. Solo asintió y continuó dando indicaciones. No podía darme el lujo de desconcentrarme. Mis compañeros dependían de mí en la cancha, y el equipo estaba contando conmigo para dar lo mejor de mí en los partidos.
Terminado el entrenamiento, fui directo a los vestuarios. Me saqué la camiseta empapada de sudor y me dirigí hacia las duchas. Mientras el agua fría caía sobre mi cuerpo, traté de despejar mi mente. Necesitaba reenfocarme, dejar de lado los problemas personales al menos por un rato, pero era difícil. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Sara, su mirada llena de dudas, de preguntas no resueltas.
Al salir de las duchas, recibí un mensaje. Pensé que era Sara, pero resultó ser Natalia. Una oleada de incomodidad me recorrió el cuerpo. Lo último que necesitaba era más drama.
"Tenemos que hablar", decía el mensaje. Me quedé mirando la pantalla por unos segundos, debatiendo si ignorarlo o responder. Sabía que no podía seguir evitándola. Natalia había sido una parte importante de mi vida durante mucho tiempo, y aunque las cosas no habían terminado de la mejor manera, tenía que enfrentar la situación.
Respiré hondo y respondí: "De acuerdo. Dime cuándo y dónde."
Sabía que no sería una conversación fácil, pero ya había tomado la decisión de seguir adelante con Sara, y nada iba a cambiar eso. Pero también sabía que tenía que cerrar ese capítulo de mi vida de una vez por todas. Si quería que las cosas funcionaran con Sara, no podía dejar cabos sueltos con Natalia.
Pasaron unos minutos antes de que llegara la respuesta.
"Hoy en la noche. En mi apartamento."
Sentí un nudo en el estómago. No me gustaba la idea de ir a su apartamento. Habíamos compartido demasiados momentos allí, y la simple idea de volver a ese lugar me hacía sentir incómodo. Pero sabía que tenía que hacerlo.
—Nos vemos en la noche —le respondí, antes de dejar el celular sobre el banco y terminar de vestirme.
Mientras me ponía la camiseta, vi a mis compañeros charlando y riendo entre ellos. Parecía que todos estaban más relajados, más tranquilos con sus vidas. A veces me preguntaba si yo mismo había elegido este caos, si de alguna manera había buscado complicarme todo. ¿Por qué no podía simplemente llevar una relación tranquila como los demás? Parecía que siempre tenía que haber algún drama en mi vida.
Terminé de cambiarme y salí del vestuario. Me dirigí a mi carro, listo para enfrentar otra conversación complicada. Mientras conducía hacia mi casa, no podía dejar de pensar en lo que Natalia me iba a decir. Sabía que no sería una conversación amistosa, pero no tenía idea de hasta dónde llegaría.
Ya en mi apartamento, me tiré en el sofá, tratando de despejarme un poco antes de la cita con Natalia. La televisión estaba encendida, pero no le prestaba atención. Mi cabeza seguía llena de pensamientos sobre cómo manejar todo esto. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja. Sara confiaba en mí a medias, y si esta conversación con Natalia no salía bien, todo podría desmoronarse.
De repente, me llegó otro mensaje. Esta vez sí era de Sara.
"¿Cómo te fue en el entrenamiento?"
Una pequeña sonrisa se asomó en mi rostro. Era un mensaje simple, pero el hecho de que ella me escribiera después de todo lo que había pasado, me daba algo de esperanza. No iba a dejar que nada arruinara esto.
"Bien, todo tranquilo. Me estoy preparando para un partido importante. ¿Cómo te va a ti?"
No pasó mucho tiempo antes de que respondiera.
"Un poco ocupada, pero bien. Tal vez podamos vernos después."
Mi corazón dio un vuelco. El solo hecho de que estuviera considerando verme era una señal de que todavía estaba en esto conmigo. Le respondí rápido, sin dudar.
"Claro. Te aviso cuando termine algunas cosas."
No quería mentirle, pero tampoco iba a entrar en detalles sobre la conversación con Natalia. No quería preocuparla más de la cuenta. Solo necesitaba resolverlo y seguir adelante.
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Llegué al apartamento de Natalia alrededor de las ocho de la noche. El camino hasta su puerta se sintió eterno. Toqué el timbre y, unos segundos después, ella abrió la puerta. Estaba más calmada de lo que esperaba, pero sus ojos no mentían. Estaba dolida, y no podía culparla.
—Hola, Richard —dijo, abriéndome paso para entrar.
—Hola, Natalia —respondí, con la voz algo tensa.
Entré y me senté en el sofá donde habíamos pasado tantas noches juntos. El ambiente estaba cargado, pesado. No sabía por dónde empezar, pero ella se adelantó.
—Quiero entender algo —dijo, cruzando los brazos mientras se paraba frente a mí—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me dejaste por alguien más?
Sentí el peso de su pregunta como una carga que no podía ignorar. Tenía que ser honesto, aunque supiera que lo que fuera a decir no cambiaría nada.
—No fue así —comencé—. No te dejé por alguien más. Las cosas entre nosotros ya no estaban bien, y lo sabes. Lo que pasó con Sara fue algo inesperado, pero no planeado.
Natalia me miró con incredulidad, como si mis palabras no fueran suficientes para calmar el dolor que sentía.
—¿Eso es lo que piensas? Que fue algo "inesperado" —dijo, haciendo comillas en el aire—. Richard, me engañaste. No hay otra forma de verlo.
Sentí la presión en mi pecho aumentar, sabiendo que no había vuelta atrás. La verdad estaba sobre la mesa, y ahora tenía que enfrentarla.