Después de aquella conversación con Richard, no podía sacudirme la sensación de vacío que había quedado en mí. Verlo así, tan confundido, me hizo darme cuenta de algo doloroso: yo nunca había sido una opción real para él. Quizás siempre había sabido eso, pero me había mentido a mí misma, creyendo que algún día él podría elegirnos, a nosotros, sobre su relación con Natalia, sobre todo lo demás.
Me pasé los días siguientes sumida en una mezcla de rabia y tristeza. El simple hecho de pensar en Richard me hacía mal. Era una tortura constante recordar sus palabras, esa vacilación que nunca lo había dejado comprometerse de verdad conmigo. Cada mensaje de él que llegaba a mi teléfono lo ignoraba, no quería hablar con él, no quería verlo. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar pensar en lo que podría haber sido si las cosas hubieran sido diferentes.
Estaba cansada. Cansada de ser "la otra". De ser el escape fácil para él cuando su vida con Natalia se volvía complicada. Sabía que merecía más, pero la atracción que sentía por él seguía ahí, como una quemadura en mi piel que no podía borrar.
Ese sábado por la mañana, salí a caminar por el parque. El aire fresco me ayudaba a despejar la mente. Mientras mis pasos me llevaban por el sendero, pensé en todas las veces que había dejado de lado mis propios deseos y necesidades por alguien más. Había permitido que Richard me mantuviera en una especie de limbo, sin dirección, sin un futuro claro. Y la verdad era que no estaba dispuesta a seguir así.
Mi teléfono vibró. Era un mensaje de Valentina, mi mejor amiga. Había sido ella quien siempre me había advertido sobre Richard, diciéndome que no podía confiar en un hombre que llevaba tanto tiempo con otra mujer y no había hecho nada para cambiar su situación.
Valentina:
“Sara, tenemos que hablar. Nos vemos en el café de siempre a las 4.”No era una pregunta, era una orden. Sabía que Valentina estaba preocupada por mí, y probablemente quería darme una charla sobre lo que debía hacer con Richard. No estaba lista para enfrentar más críticas, pero al mismo tiempo, sabía que ella tenía razón.
Suspiré y guardé el teléfono en mi bolsillo. Ya no podía seguir evadiendo la realidad.
A las 4 en punto, llegué al café donde Valentina y yo solíamos encontrarnos. Ella ya estaba sentada en nuestra mesa de siempre, con una expresión seria que dejaba claro que la charla no sería fácil.
—Llegaste justo a tiempo —dijo Valentina, sin molestarse en saludar.
—Tú lo pediste —le respondí con una sonrisa forzada, mientras me sentaba frente a ella.
Valentina me miró durante unos segundos antes de hablar. Su expresión se suavizó un poco, pero no dejó de ser directa.
—Sara, ¿qué está pasando con Richard? Hace días que no dices nada, y eso no es una buena señal. Sé que algo no anda bien.
Suspiré, sabiendo que no podía ocultarle nada.
—Hablamos hace unos días —empecé, mirando mi taza de café como si ahí estuvieran las respuestas a todos mis problemas—. Le dije lo que sentía, le dije que no podía seguir siendo la opción B, y él... no sabe qué hacer. Está tan confundido. Dice que me quiere, pero aún sigue con Natalia. Y no sé cuánto más puedo soportar esto.
Valentina entrecerró los ojos, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar.
—Sara, amiga, te lo he dicho antes y te lo diré otra vez: Richard no va a dejar a Natalia. Si no lo ha hecho hasta ahora, no lo hará nunca. ¿Cuántas veces más tienes que escuchar lo mismo para darte cuenta de que no está dispuesto a dar ese paso?
Sabía que Valentina tenía razón, pero era difícil admitirlo. Estaba atrapada en esta situación, esperando algo que probablemente nunca llegaría. Las palabras de Richard seguían resonando en mi cabeza, su promesa de que me quería, pero ¿era suficiente?
—No sé qué hacer, Valentina —dije finalmente, sintiendo el nudo en mi garganta—. Lo quiero, pero también sé que merezco más que esto. Merezco ser la prioridad de alguien, no solo una opción.
Valentina me miró con empatía, su tono se suavizó.
—Lo sé, Sara. Y eso es lo que tienes que recordar. No eres la segunda opción de nadie. No dejes que te hagan sentir así. Es tiempo de que tomes una decisión por ti misma, sin esperar a que él lo haga por ti.
Las palabras de Valentina me acompañaron durante los siguientes días. Tenía razón. Ya era hora de tomar el control de mi vida, de dejar de esperar que Richard tomara una decisión que sabía que nunca llegaría. Estaba cansada de vivir en esta incertidumbre, de sentirme atrapada en una relación que no iba a ninguna parte.
Esa noche, mientras estaba acostada en mi cama, revisando las fotos de los últimos meses, me di cuenta de algo importante: había estado perdiendo tiempo esperando algo que no iba a suceder. Richard me había mostrado quién era realmente. Era un hombre incapaz de tomar una decisión, atrapado entre dos mundos, y yo no podía seguir permitiendo que su indecisión dictara mi vida.
Decidí que la próxima vez que hablara con él, sería para cerrar este capítulo de una vez por todas.
Una semana después, Richard me llamó. Sabía que eventualmente lo haría. Lo había estado evitando, pero no podía posponer esta conversación para siempre.
Nos encontramos en el mismo parque donde habíamos hablado por última vez. Esta vez, no había duda en mi mente de lo que tenía que hacer.
—Sara, siento no haber sido claro antes —comenzó Richard, su tono suplicante—. He estado pensando mucho, y quiero que sepas que todo esto me está costando. No quiero perderte.
Lo miré, sintiendo una mezcla de tristeza y liberación.
—Richard, yo también he pensado mucho —dije con voz firme—. Pero me doy cuenta de que esto no puede continuar así. No puedo seguir siendo parte de algo que no tiene futuro. Merezco más que ser una opción secundaria en tu vida.
Richard me miró, sorprendido por mi decisión.
—Sara, por favor... —intentó decir, pero lo interrumpí.
—No, Richard. No más excusas. Ya es suficiente. No soy alguien que espera, que se conforma con migajas. Tú tienes que resolver tu vida, y yo no puedo seguir esperando a que lo hagas. Es hora de que sigamos adelante, cada uno por su camino.
El silencio se instaló entre nosotros. Richard parecía querer decir algo más, pero no había nada que pudiera cambiar lo que ya había decidido.
—Te deseo lo mejor, de verdad —dije finalmente—. Pero yo me merezco algo mejor que esto.
Sin decir nada más, me levanté y me fui. Mientras caminaba lejos de él, sentí que un peso enorme se levantaba de mis hombros. Había tomado la decisión correcta.
Esa noche, mientras miraba las luces de la ciudad desde mi ventana, supe que mi vida estaba a punto de cambiar. Richard había sido una parte importante de mi historia, pero ya no podía seguir formando parte de ella. Era momento de escribir mi propio camino, uno en el que yo fuera la prioridad.