El sonido de las llaves al entrar en mi departamento fue como una especie de anuncio. La puerta se cerró con un clic detrás de mí, y aunque sabía que Natalia no estaba en casa, la presencia de ella seguía resonando en los rincones de mi mente. A pesar de lo que acababa de suceder con Sara, me sentía raro. No podía decir que había quedado completamente en paz, pero al menos había dejado claro lo que sentía.
Lo que más me pesaba no era que Sara aún pensara que podíamos estar juntos, sino que yo mismo me sentía atrapado en una especie de dilema emocional. Natalia y yo estábamos bien, pero ¿es que realmente había cerrado bien el capítulo con Sara?
El departamento estaba oscuro, solo iluminado por la luz de la calle que se colaba por la ventana. A lo lejos, escuché el sonido de un automóvil acercándose. Natalia. Pensé en que debía prepararme, porque no sabía qué cara iba a poner cuando llegara, ni cómo se sentía después de todo lo que había pasado en los últimos días.
El teléfono vibró en mi bolsillo. Era un mensaje de Natalia.
"¿Cómo estás, amor? Estoy en camino. Quiero verte."
La forma en la que lo escribía me hizo sentir que quería estar cerca, pero también sabía que ella no tenía idea de lo que había pasado con Sara. Sabía que no era el momento para mencionarlo. ¿Por qué hablar de eso ahora si aún estaba procesando todo lo que había ocurrido?
En mi cabeza, las palabras de Sara aún daban vueltas, pero sabía que, en este momento, no podía pensar en eso. Mi relación con Natalia necesitaba una oportunidad, una vez más. Me di una ducha rápida y traté de calmarme, de enfocarme en lo que realmente importaba.
Cuando Natalia llegó, la puerta se abrió suavemente. Su cabello caía en ondas suaves alrededor de su rostro, y sus ojos, siempre tan brillantes, parecían tener algo más, como si hubiera una preocupación latente en ellos. Nos saludamos con un beso suave, pero me pareció que había algo más en el aire, algo que no podía identificar.
—¿Todo bien? —me preguntó mientras se dejaba caer en el sofá.
—Sí, todo tranquilo —respondí, aunque sabía que no estaba siendo completamente honesto.
Nos sentamos en silencio por un momento. Los minutos pasaban, y yo sabía que el peso de lo que había pasado con Sara seguía colgando entre nosotros. Natalia no lo sabía, pero de alguna forma, ella también sentía que algo no estaba bien.
—Te noto diferente —me dijo Natalia con una pequeña sonrisa, aunque sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y curiosidad.
Tragué saliva. Sabía que no podía ocultar la verdad mucho tiempo, pero tampoco quería que esta conversación arruinara lo que teníamos. Natalia era una persona increíble, y no quería que ella se sintiera atrapada en algo que no era justo.
—Es solo que... He tenido una conversación con Sara —dije, tratando de ser directo pero cuidadoso.
Natalia levantó una ceja, sorprendida, pero no parecía demasiado molesta.
—¿Sara? ¿Tu ex? —preguntó, claramente intentando procesar la información.
Asentí lentamente. No quería que la conversación se volviera tensa, pero también sabía que no podía seguir ocultando todo lo que había sucedido.
—Sí, me encontré con ella. Tuvimos que hablar sobre lo que pasó entre nosotros... y aclarar las cosas.
Natalia se quedó en silencio por un momento, claramente procesando lo que acababa de decir. Sus ojos se entrecerraron, y pude ver una pequeña sombra de celos en su expresión. No era algo que soliera ver en ella, y no me gustaba.
—Entiendo —respondió con voz calmada. No parecía enfadada, pero su tono sonaba distante. Me di cuenta de que su reacción era más fría de lo que esperaba.
—No fue fácil, Natalia. Pero... Sara y yo no estamos juntos, y no tenemos planes de estarlo. Te lo prometo —le dije, acercándome a ella.
Me miró por un segundo, y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. No era una sonrisa de felicidad, pero era suficiente para hacerme sentir que aún había esperanza.
—Entiendo, Richard —dijo, aunque su voz sonaba un poco más apagada. Me incliné y la abracé con fuerza, deseando que las palabras de consuelo que le ofrecí pudieran aliviar el peso de la conversación.
El silencio que siguió fue pesado, pero, al menos por esa noche, decidimos dejar el tema en pausa.
El tiempo pasó rápido, y aunque intenté que Natalia y yo volviéramos a nuestra rutina normal, no podía evitar que la preocupación y la tensión me siguieran. El fútbol, el trabajo, las entrevistas, todo seguía igual, pero las cosas con Natalia no eran lo mismo. Su distancia era palpable, aunque no lo decía abiertamente.
El domingo siguiente, decidí tomarme un día libre. Quería que Natalia y yo tuviéramos tiempo para reconectar, para olvidarnos de las tensiones y disfrutar de un día juntos sin distracciones. Tal vez no era lo ideal, pero necesitábamos hablar más de lo que habíamos hecho.
Nos levantamos tarde, sin planes, solo disfrutando de un desayuno en casa. El sol brillaba fuerte, y aunque el clima era cálido, no había nada que pudiera desviar mi atención de la preocupación que me carcomía. Sentía que Natalia no estaba completamente feliz, y eso me atormentaba.
—¿Quieres salir a caminar o hacer algo diferente? —le pregunté mientras estábamos sentados en el sofá.
Natalia me miró y asintió con una pequeña sonrisa.
—Me parece bien. Necesitamos hacer algo que nos desconecte de todo esto.
Esa pequeña frase fue un alivio. Aunque no resolvía todo, al menos sentía que aún había espacio para nosotros. Quizá, solo quizá, las cosas iban a mejorar si hacíamos un esfuerzo por disfrutar del tiempo que teníamos juntos.
Salimos a caminar por la ciudad, por las calles tranquilas del centro, donde las tiendas comenzaban a abrir y la gente comenzaba a moverse. Todo parecía más ligero, como si el peso de los últimos días finalmente comenzara a desvanecerse. Entre risas y charlas casuales, comenzamos a olvidar, al menos por un rato, lo que había pasado con Sara.
Pero, en el fondo, sabía que aún había mucho que resolver.