La Cita

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Pasaron un par de días antes de que Sara me respondiera

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Pasaron un par de días antes de que Sara me respondiera. Esos días fueron una mezcla de ansiedad, confusión y el intento vano de seguir con mi rutina como si nada hubiera cambiado. Me mantenía ocupado, con entrenamientos y partidos, pero el peso de la conversación pendiente me oprimía el pecho. Natalia seguía tan atenta, tan cariñosa, sin saber lo que estaba ocurriendo en mi cabeza.

Cuando finalmente Sara respondió, lo hizo con un simple: "Mañana, a las 5. En el parque central."

Me quedé mirando el mensaje por un rato, sintiendo como si las palabras hubieran sido una condena. No sabía qué esperar. ¿Qué quería Sara? ¿Había cambiado? ¿Seguía buscando lo mismo?

El parque central, con su calma y su espacio abierto, siempre había sido un lugar neutro para mí. Lo último que quería era que alguien más se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, así que preferí elegir un lugar discreto, lo suficientemente apartado como para que no fuera fácil ser visto. Ni Natalia ni el resto de la gente sabían de esta cita. No podía permitirlo.

El día llegó con una tensión palpable en el aire. Las horas se arrastraban lentamente mientras esperaba que la tarde llegara. Al final, decidí tomar un tiempo para despejarme en el gimnasio antes de encontrarme con Sara. Necesitaba soltar algo de la energía acumulada en mi cuerpo, pero aún así no podía evitar que mi mente volviera a ella una y otra vez.

A las 4:30, con la respiración pesada y el cansancio de los entrenamientos a cuestas, me subí a la moto y me dirigí al parque. Lo que sentía en mi estómago no era exactamente miedo, pero sí era una mezcla de incertidumbre y ansiedad. Me encontré parado junto a uno de los bancos, mirando la calle tranquila y la gente que paseaba sin preocuparse de lo que estaba a punto de suceder.

A los pocos minutos, la vi llegar.

Sara caminaba hacia mí con una expresión neutral, como si nada de lo que había sucedido entre nosotros importara, como si todo estuviera en el pasado. Pero, por alguna razón, el hecho de que ella estuviera allí, justo frente a mí, hacía que el pasado cobrara vida de nuevo.

—Hola —dijo con voz suave, casi como si hubiera esperado encontrarme con una reacción diferente.

—Hola —respondí, sin saber bien qué decir. Me sentía incómodo, pero también aliviado de que por fin estuviéramos cara a cara.

Nos sentamos en el banco, el ruido de la ciudad de fondo, pero de alguna manera, se sentía como si estuviéramos en una burbuja de silencio. Sara me miraba con esos ojos tranquilos, como si intentara leerme. No sé si lo lograba, pero ella no parecía tan diferente de antes. La misma fuerza en sus ojos, el mismo aire de misterio que siempre la rodeaba.

—¿Cómo estás? —me preguntó después de un rato.

No pude evitar sonreír con ironía. Parecía que los dos sabíamos que esa pregunta era solo una formalidad. Había tantas cosas no dichas entre nosotros.

—Estoy bien. ¿Y tú?

Sara asintió, pero no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Quería verte para hablar sobre lo que pasó entre nosotros, Richard —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Sus palabras fueron directas, sin rodeos. No había espacio para evasiones.

Sentí un nudo en el estómago. Sabía que estaba a punto de enfrentarnos a esa conversación incómoda, a los recuerdos y a la verdad que ambos habíamos estado evitando. Mi primer impulso fue decirle que no teníamos nada que hablar, pero algo me detuvo. Sara seguía ahí, frente a mí, y la conexión que había entre nosotros no podía ser ignorada tan fácilmente.

—¿Qué es lo que quieres decirme, Sara? —pregunté, más para mí mismo que para ella. No estaba listo para ser confrontado con lo que podría venir.

Ella suspiró, bajando la mirada antes de hablar.

—Lo que hicimos, Richard… lo que tuvimos, fue real. No solo fue algo pasajero. Sabes que no lo fue. Pero sé que ahora las cosas han cambiado. Sé que tienes a Natalia.

Mi corazón dio un salto. El hecho de que Sara lo mencionara tan directamente me hizo sentir como si me golpearan en el pecho. ¿Cómo podía estar tan segura de que lo que teníamos era real? ¿Qué tan mal le dolía saber que ya no estábamos juntos? Y, más importante aún, ¿qué significaba su afirmación?

Me quedé en silencio por un momento, sabiendo que ella tenía razón. Las cosas habían cambiado. Mi relación con Natalia estaba empezando a ser más seria, pero Sara seguía teniendo una presencia en mi vida que no podía ignorar. Sentía que el peso de todo lo que habíamos sido estaba sobre mí.

—No sé si fue tan simple como eso —respondí con voz grave. —Las cosas entre nosotros fueron complicadas. Y ahora, estoy en otro lugar. Estoy con Natalia.

Sara no levantó la mirada. Se quedó en silencio, procesando lo que acababa de decir. Por fin, habló, pero sus palabras tenían un tono de resignación.

—Entiendo. Solo quería que supieras que, aunque no quiera admitirlo, me duele ver que sigues con ella. Pensé que aún había algo entre nosotros, pero tal vez me equivoqué.

Esa última frase me golpeó como una flecha. Tal vez, de alguna forma, Sara siempre había esperado que volviéramos, pero la realidad era que yo había avanzado. No porque no me importara lo que habíamos tenido, sino porque las cosas simplemente habían cambiado. Y si de verdad quería seguir adelante con Natalia, tenía que cerrarle la puerta a Sara de una vez por todas.

El silencio se instaló entre nosotros, como una nube pesada que ambos estábamos evitando. Sabía que el peso de mi decisión iba a afectar a los dos. Pero tenía que hacer lo correcto, por mí y por Natalia.

—Sara —dije finalmente, con un suspiro—, lo que tuvimos quedó en el pasado. No podemos seguir arrastrándonos por algo que ya no es parte de nuestras vidas.

El silencio que siguió fue más denso que cualquier palabra que pudiera haber dicho. Sara se levantó lentamente, sin decir más. Me miró una vez más, y esta vez no fue necesario que dijéramos nada más. Lo entendimos en silencio, en la mirada que compartimos.

—Cuídate, Richard.

Y con esas palabras, se fue.

Me quedé allí, en el banco del parque, con el eco de su despedida retumbando en mi cabeza. Sentí que una parte de mí se rompía, mientras que otra, más tranquila, se aliviaba.

No era fácil tomar decisiones que afectaran a los demás, pero, por primera vez, sentí que había hecho lo correcto.

Ahora, solo me quedaba esperar a ver si mi futuro con Natalia era realmente lo que quería. Pero por ahora, sentía que al menos una parte de mi vida había cerrado un capítulo.

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