☁️ capítulo 3 ☁️

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☁️ capítulo 3 ☁️

La madrugada después de ese fatídico día, las autoridades confirmaron lo que los propios paramédicos ya habían supuesto como causa de muerte: Carlota había sufrido un infarto debido a su edad y problemas cardíacos preexistentes. A pesar de tener 91 años, parecía mucho más joven, y su longevidad había engañado a muchos.

Cuando la noticia de su fallecimiento se difundió por la comunidad, la gente acudió en masa a darle el último adiós. En el funeral, se podían escuchar diferentes perspectivas sobre la vida y legado de Carlota.

—La señora ya estaba robando oxígeno a la tierra —dijo uno de los asistentes, con una sonrisa cruel—. Era hora de que pasara a mejor vida.

Otros, sin embargo, recordaban a Carlota con cariño y admiración.

—Ella fue un ejemplo de cómo llevar una vejez saludable y vivir una vida sin arrepentimientos —dijo una amiga de la comunidad—. Siempre estaba sonriendo y dispuesta a ayudar a los demás.

Pero había quienes se preocupaban por el futuro de Gabriel, el protegido de Carlota.

—Pobre Gabriel —dijo una mujer, con lágrimas en los ojos—. ¿Qué pasará con él ahora? Esta indefenso, con su condición y todo...

Gabriel, sentado en la primera fila, escuchaba los comentarios y perspectivas de los asistentes. Su corazón estaba roto, pero también se sentía agradecido por el amor y respeto que la comunidad había mostrado hacia su tía Carlota.

Mientras el funeral continuaba, Gabriel no podía evitar preguntarse qué pasaría con su futuro. ¿Qué sería de él ahora? ¿Y adonde se iría cuando Benjamin reclamara la casa y los bienes de su tía? Las preguntas se acumulaban en su mente, pero por ahora, solo podía llorar la pérdida de la mujer que lo había amado y cuidado durante tanto tiempo.



Cuando el reloj de la funeraria marcaba las dos de la tarde, las puertas se abrieron y Benjamin y su mujer entraron. Loretta lloraba fingidamente, mientras que Benjamin se acercó a Gabriel con enojo y agresividad.

—Quítate de aquí —dijo Benjamin, agarrando a Gabriel de la sudadera—el único que merece estar en este lugar soy yo... yo sí hubiera cuidado de ella.

Gabriel se asustó por la agresividad de Benjamin y se sintió indefenso. No estaba en condiciones de defenderse, ya que estaba sumido en una profunda tristeza.

—Tú eres el culpable de que ella haya pasado sus últimos momentos sola —continuó Benjamin, zarandeando a Gabriel—. Tu ineptitud es la causante de esta tragedia.

Gabriel intentó liberarse de la ira de Benjamin, pero este no lo soltaba.

—No es cierto, Benjamin —dijo Gabriel, con lágrimas en los ojos—. Yo la amaba y la cuidaba con todo mi corazón.

Benjamin se rió con desprecio.

—Tu corazón? ¡Tú no tienes corazón! —dijo—. Eres un usurpador, un parásito que se benefició de la bondad de mi tía.

La gente comenzó a intervenir, intentando calmar a Benjamin y separarlo de Gabriel. Loretta, sin embargo, parecía disfrutar del espectáculo, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Benjamin, por favor —dijo uno de los asistentes—. No es el momento ni el lugar para esto.

Benjamin finalmente soltó a Gabriel, pero no antes de lanzarle una mirada de odio.

—Esto no ha terminado —dijo, antes de dar media vuelta y salir de la funeraria, seguido por Loretta.

Días después del funeral y cremación de Carlota, llegó el momento de la lectura de su testamento. Gabriel no estaba interesado en asistir, ya que seguía sumido en su dolor y tristeza. De hecho, en las dos semanas que habían transcurrido, ni siquiera había querido ir a la escuela de música. Se había encerrado en su habitación con Robby, su fiel compañero.

El cielo de  Ana  Ivette  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora