☁️ Capituló 24 ☁️

6 0 0
                                    

☁️ Capituló 24  ☁️

Ana Ivette regresó a la Ciudad de México derrotada, había agotado toda esperanza de recuperar a Gabriel y lo único que le quedaba era su trabajo. Retomó lo de la casa de modas y comenzó a trabajar en una nueva colección de ropa.

Se sumergió en su creatividad, intentando olvidar el dolor que aún sentía en su corazón. Los diseños fluían de su mente, reflejando la melancolía que la rodeaba.

"Esta colección será diferente", pensó. "Reflejará mi alma, mi dolor y mi resiliencia".

Conny y Marlene, sus amigas y socias, notaron el cambio en ella.

—Ana, esta colección es impresionante—dijo Conny—Hay algo en cada diseño que transmite emoción.

—Es mi corazón— respondió Ana, sonriendo débilmente—Es todo lo que me queda.

La colección, titulada "Renacimiento", comenzó a tomar forma. Ana se enfocó en cada detalle, desde la elección de telas hasta la última costura.

Y aunque Gabriel aún estaba en su mente, Ana Ivette sabía que debía seguir adelante. Su pasión por la moda era su salvavidas, su razón para levantarse cada mañana.

También regresó a modelar y se adentró en una rutina de ejercicios que le ayudaron a tonificar más su figura. Se metió a clases de yoga y comenzó un blog de moda, donde compartía sus consejos y tendencias favoritas.

Cada proyecto la hacía brillar más. Ana se esforzaba y se esforzaba por ser la mejor. Su determinación y dedicación llamaron la atención de los medios.

Pronto, se convirtió en una cara habitual en las páginas de periodismo del corazón por todas las citas que tuvo. Su nombre estaba en todos los titulares: "Ana Ivette, la reina de la moda", "Ana Ivette, la mujer más deseada del momento".

Y pronto, ya habían pasado tres meses de su separación de Gabriel. Ana pensaba en él cada día, pero había aprendido a canalizar su dolor en su trabajo y su pasión.

—Estoy bien—se decía a sí misma en el espejo  cada mañana —Estoy mejor que bien. Estoy brillando.

Pero en las noches solitarias, cuando la ciudad se callaba y su apartamento se llenaba de  Soledad, Ana aún sentía el vacío en su corazón. Gabriel había dejado una marca indeleble en su alma.

¿Alguna vez podría amar nuevamente sin pensar en él? Solo el tiempo lo diría.

Mientras Ana pensaba en Gabriel en la soledad de su habitación, Gabriel deleitaba a los comensales del restaurante del hotel más lujoso de Ensenada con su música instrumental en el piano.

Desde hacía tres meses, no había vuelto a cantar ni a componer ninguna canción. Solo tocaba música ajena e instrumental, como si su corazón hubiera perdido la inspiración para crear.

Sus dedos bailaban sobre las teclas, interpretando con maestría las obras de los grandes compositores. El público se extasiaba con su talento, pero Gabriel no sentía la emoción que antes le invadía cuando tocaba.

Era como si su música hubiera perdido el alma, la pasión que lo llevaba a crear. Ana Ivette se había convertido en  su musa, su inspiración, y sin ella, todo parecía vacío.

Aun así, tocaba noche tras noche, intentando llenar el vacío que sentía en su corazón. La música era su refugio, su escape de la realidad.

Pero cuando terminaba cada presentación y se quedaba solo en su habitación, la imagen de Ana Ivette volvía a aparecer en su mente, recordándole lo que había perdido.

El cielo de  Ana  Ivette  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora