☁️ Capituló 6 ☁️

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☁️ Capituló 6 ☁️

Ana Ivette detuvo su auto frente al edificio de Gabriel muy temprano en la mañana. Él venía del otro lado de la calle, acompañado por Robby, con ropa de ejercicio: pantalones blancos y una sudadera naranja chillante y desgastada. Ana sonrió al tomar la bolsa de cartón gris con las letras H&M, sabiendo que su contenido haría feliz a Gabriel.

Se bajó del auto y le gritó: —¡Gabriel!

El muchacho se detuvo y sonrió. Ana cruzó la calle y se acercó a él.

—¿No me digas que la cita se adelantó?—preguntó Gabriel.

—No, tranquilo. Me adelanté para darte algo—respondió Ana.

—¿A mí?— Gabriel sonrió.

Ana le agarró la mano y la puso sobre la bolsa. Gabriel abrió más los ojos y agarró la bolsa con entusiasmo.

—Hoy es un día muy especial y tienes que lucir impecable—dijo Ana.

Gabriel metió la mano y sintió la tela suave y doblada dentro.

—Ana, es un lindo detalle, pero...

—Dame ese gusto sí—insistió Ana—Cuando vi ese atuendo en la tienda, pensé en ti. Además, tú mismo me dijiste que eras un desastre combinando y que no sabías qué ponerte para la cita en la disquera.

—Está bien, lo usaré. Gracias, Ana—dijo Gabriel.

Ambos entraron al edificio con Robby, moviendo su cola alegremente. Al entrar al departamento, Ana conoció por primera vez cómo vivía Gabriel: todo estaba ordenado y limpio.

— Ponte cómoda mientras me ducho— dijo Gabriel.

Ana se sentó. Después de un rato, Gabriel salió del cuarto, ya vestido. La camisa negra ajustada con algo de transparencia en las mangas tenía un estilo roquero pero elegante. Los jeans oscuros completaban el atuendo. Ana se quedó sin aliento al ver que no se había equivocado al elegirle ropa.

—¿Cómo me veo?—preguntó Gabriel.

—Excelente, Gabriel—dijo Ana —Como una estrella en ascenso.

Gabriel se sonrojó y se tocó la nuca con una mano para intentar aliviar la tensión.

—Eres demasiado gentil conmigo.

—Te estoy diciendo la verdad. Vámonos, que se hace tarde.
Ana y Gabriel llegaron juntos a la disquera Sonido Vivo, Ana guiaba a Gabriel con suavidad, su mano delicadamente posada en su brazo. Gabriel, con su bastón para ciegos, avanzaba confiado, su rostro sereno y atento.

Llegaron a una puerta con un letrero que decía "Pavel Arana, Gerente". Ana llamó suavemente con los nudillos.

—Adelante— respondió una voz cálida desde el otro lado.

Ana empujó la puerta y entraron en la oficina. Pavel, un hombre de cabello oscuro y sonrisa amable, se levantó de su silla para recibirlos.

—Ana, ¡qué gusto verte!—dijo Pavel, abrazándola afectuosamente. —Y tú debes ser Gabriel. Bienvenido.

Gabriel sonrió, su rostro iluminado por la calidez de Pavel.

El cielo de  Ana  Ivette  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora