✨ Capitulo 30 ✨

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Capituló 30



Natalia aprovechando la distracción de Gabriel lo empujó, haciendo que cayera al piso. Intentó pincharlo, dirigiendo la aguja hacia su cuello, pero Gabriel, por instinto, dio un manotazo, haciendo que Natalia perdiera la jeringa.

La habitación se convirtió en un escenario de caos. Natalia se fue a buscar la jeringa, mientras Gabriel, aturdido, trató de arrastrarse lejos de ella. La desesperación y el miedo se reflejaban en sus rostros.

Natalia alcanzó la jeringa y, desesperada, se fue hacia Gabriel. Él lanzó una patada, y ella, para esquivarla, perdió su arma de nuevo. Gabriel aprovechó la oportunidad para agarrarse de la cama y ponerse de pie.

Justo cuando Natalia iba a atacarlo de nuevo, la puerta se abrió de par en par. Ana Ivette y los doctores entraron, acompañados por los guardias de seguridad, que habían sido alertados por todo el escándalo que había en la habitación.

— ¡Deténganla! — gritó Ana Ivette, señalando a Natalia.

Los guardias se lanzaron hacia Natalia, sujetándola con fuerza. La jeringa cayó al piso, y Gabriel se alejó de ella, jadeante y asustado.

— ¡Llamen a la policía! — ordenó uno de los doctores.

La habitación se llenó de gente, y Natalia, rodeada por los guardias, miró a Gabriel con una mezcla de rabia y desesperación.

— Esto no ha terminado — le susurró, antes de ser arrastrada fuera de la habitación.

Gabriel se sintió mareado, su cabeza comenzó a dar vueltas y su cuerpo se debilitó. El estrés y el esfuerzo de la lucha con Natalia, sumados a su condición física debilitada, fueron demasiado para él.

Su respiración se volvió agitada y su corazón latió con fuerza. De repente, perdió el equilibrio y se desplomó hacia atrás, cayendo sobre la cama, inconsciente.

— ¡Ayuda! — gritó Ana Ivette, mientras los médicos y enfermeras se apresuraron a atenderlo.

Los doctores se reunieron alrededor de Gabriel, revisando su estado. — Necesita descanso y cuidados intensivos — dijo uno de ellos. — El estrés y la tensión han sido demasiado para él.

Ana Ivette se sentó junto a Gabriel, tomándole la mano. — Estoy aquí, Gabriel. Estoy aquí — susurró, lágrimas de alivio y preocupación en sus ojos.

Un par de semanas pasaron y Gabriel fue dado de alta del hospital. Después de un período de recuperación y cuidados.  finalmente pudo regresar a su hogar.

Ana Ivette llegó al hospital con una sonrisa en el rostro y una bolsa de ropa limpia en la mano. — ¡Estás listo para irte a casa! — dijo, mientras ayudaba a Gabriel a prepararse para salir.

Gabriel sonrió, aliviado de dejar atrás el hospital y su atmósfera estéril. — Estoy cansado de este lugar — dijo, mientras se vestía con la ropa fresca que Ana Ivette había traído.

Ana Ivette lo ayudó a ponerse la chaqueta y lo guió hacia la puerta. — Te voy a llevar a casa — dijo. — Allí podrás descansar y recuperarte completamente.

Gabriel asintió, agradecido por la atención y el cuidado de Ana Ivette. — Gracias por todo — dijo, mientras salían del hospital y se dirigían hacia el coche.

El sol brillaba en el cielo, y el aire fresco era un cambio bienvenido después del ambiente hospitalario. Gabriel respiró profundamente, sintiendo una sensación de libertad y renovación.

— Estoy listo para empezar de nuevo — dijo, mientras Ana Ivette lo ayudaba a subir al coche.

Ana subió de su lado y le dijo con una sonrisa a Gabriel:

El cielo de  Ana  Ivette  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora