||Capítulo 2.

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Doncaster, Reino Unido.

Era de madrugada, la noche estaba fresca y lo único que pensaba Troy Tomlinson era en cómo hacer que esos malditos se arrepintieran por haberlo humillado. Descarados, eran unos malditos depravados, lavaban cerebros logrando convencer a la audiencia de que estaban bien, que no eran unos fenómenos.

Troy llegó a su hogar enfurecido y completamente fuera de sí, metió la llave en la cerradura y la empujó bruscamente, al entrar por la puerta comenzó a aventar al suelo todo lo que se encontraba en su camino en un intento de calmar la furia que lo poseía, jarrón tras jarrón fueron rotos y la alfombra se fue llenando de trozos de vidrios de colores y barro.

Los estruendos eran tan altos que resonaron hasta la segunda planta. La madre de Louis, Joanna, se encontraba profundamente dormida puesto que estaba cansada por lo tanto no escuchó nada, al contrario, se acomodó en la cama y se cobijó mejor con las sábanas. Pero Louis que dormía semi-desnudo entre los brazos de su novia Eleanor se despertó al instante al escuchar tremendo ruido en la planta baja.

Al instante de escuchar tanto ruido se descobijó y se sentó en la orilla de la cama, creyó que era un ladrón tomando cosas, así que se vistió rápidamente y con un poco de miedo tomó un bat de veisbol consigo, su novia se removió un poco a causa del movimiento pero no despertó.

Abrió la puerta de la habitación casi sin hacer ruido y bajó las escaleras ligeramente, tratando de que sus pasos no se escucharan. Sostuvo el bat firmemente y vio una sombra negra en el área de la sala allí entre las sombras, bajó el último peldaño y se preparó. Ya estaba dispuesto a golpearle la cabeza para dejarlo inconsciente cuando vio la calva de su padre brillar en la oscuridad.

—¿Papá? —preguntó extrañado con su voz ronca, de recién levantado.

—¿Louis? ¿eres tú?

Louis caminó en dirección a las escaleras de nuevo, palmeó la pared hasta que encontró un interruptor y encendió la luz. Troy pestañeó un poco para adaptarse a la luz al igual que su hijo. Louis tenía el cabello despeinado a causa de estar recién levantado y se talló un poco los ojos.

Los ojos azules de Louis se abrieron enormemente al notar todo el desastre que había hecho Troy. Un montón de vidrios dispersos en el suelo cerca de la puerta, los jarrones hechos trizas. No había sobrevivido ninguno. ¿Troy había hecho todo eso?

—¿Qué... Qué es todo esto? —le preguntó Louis frunciendo el ceño.

A Louis no le molestaba en lo absoluto que a su padre le entrara la locura y decidiera romper la casa, lo que le molestaba de aquello era que lo tendría que limpiar él después. Troy se quedó callado mirando el suelo y se sobó la cabeza lleno de frustración. Si tuviera cabello, se lo estiraría, pero evidentemente no tenía.

El padre de Louis se desplomó cansado en un sillón intentando pensar en algún buen movimiento que pudiera hacer para quitarles sus estúpidas caras de felicidad a los malditos del juicio, mientras que Louis lo miraba confundido sin saber qué decirle, puesto que no sabía lo que le ocurría.

—Oye, papá —trató de llamar su atención—, ¿cómo te ha ido en el juicio? Seguramente esos imbéciles perdieron ¿cierto? —se burló con diversión—, hubiera querido ver la expresión de sus caras...

Troy no quiso contestar, puesto que sus comentarios lo hacían enfadarse más. Suspiró profundamente esperando a que su hijo finalmente se callara pero no fue así, siguió.

—¿Grabaste algo? —preguntó divertido— ¿le tomaste foto a los gestos de esos maricones al entrarse que fracasaron de nuevo? Dime que sí...

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora