||Capítulo 48.

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Doncaster, Reino Unido.

Louis observaba la escena que se estaba desarrollando frente a él con el ceño fruncido, ¿Por qué esa chica miraba a Harry como si hubiera descubierto los colores? Un sentimiento de incomodidad se instaló en la base y quiso (con todas sus fuerzas) tomar a Harry del brazo y llevárselo lejos. 

Rubia, alta (casi tan alta como Harry), con los labios rojos, con pestañas espesas y oscuras... era sencillamente perfecta. Vio con cierta envidia cómo Harry la observaba con los ojos llenos de curiosidad y algo parecido a ¿Admiración? Pues claro, quién no iba a detenerse a admirar el porte de aquella señorita.

¿A Louis alguna vez lo miró de esa manera? 

La bolsa de la chica se había caído al suelo, se le había resbalado de las manos y ahora se encontraba unos centímetros más adelante de ella. Harry se inclinó y tomó la bolsa entre sus manos para después tendérsela respetuosamente.

Es él. Él es el que quiero. 

—Se le cayó esto. 

La chica parpadeó saliendo del trance en el que parecía estar y asintió, tomó la bolsa con delicadeza y Louis alcanzó a ver cómo los dedos de ambos rozaron. Sentía las mejillas sonrojadas de celos así que tuvo que apartar la vista. Había visto a Harry hablar y convivir con muchas mujeres y hombres antes, ¿Por qué con ella ahí se sentía tan... amenazado

Era normal que vieran a Harry como si estuvieran viendo al mismísimo Dios, era la impresión que tenías de él la primera vez que lo observabas... Pero ella lo veía con anhelación. 

—¿Está Lindsey aquí? —preguntó. Su voz, era tan bonita, delicada, hablaba con elegancia y soltura. 

Harry asintió y le mostró el camino para que la siguiera y ver a la pequeña Lindsey, la niña que los había regañado en el comedor por gritar. Ella lo siguió, en sus preciosos tacones negros repiqueteando en el piso de recepción y su traje tipo ejecutivo ajustándose a su cuerpo esbelto y él de pronto sintió que no tenía nada qué hacer en esa habitación después de que una presencia así se apareciera. Así que bajó la mirada y se retiró. 

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Lindsey dormía en una de las tantas habitaciones de huéspedes que había, la cuidaban las 24 horas del día y le daban de comer siempre que ella quería. Todos la adoraban y la procuraban, era una niña con un pasado tormentoso lleno de violencia y maltrato familiar, Jeff la monitoreaba psicológicamente pero decía que lo mejor era llevarla a un psicólogo especializado en niños, un psicólogo infantil, seguía moviendo entre sus contactos para encontrar el candidato perfecto para ella. No dudaba en que todo lo que ella había vivido iba a dejarle repercusiones en un futuro y necesitaban tratarla cuanto antes. 

La pequeña Lindsey aún tenía el cuerpo lleno de moretones, algunos estaban desapareciendo y otros se veían muy recientes, Fizzy le trenzaba el cabello o se lo recogía y Lindsey decía que nadie la había peinado antes y que se sentía extraña. La primera vez que Fizzy le preguntó si le podía hacer una trenza ella dijo ¿qué es?

La chica se sentó en la orilla de la cama y suspiró al ver a su sobrina. Era tan pequeña y frágil y aún así ya había recibido suficiente daño para todo una vida. Le tocó el brazo con las manos temblorosas como si ella pudiera romperse si lo hacía mal. Harry llegó a ver lágrimas en el rostro de la chica. 

—Yo... no... No sabía que estaba tan mal —susurró con la voz cortada. 

Harry no pudo imaginarse el dolor que estaba sufriendo así que se limitó a asentir. La chica se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y Harry le tendió un pañuelo Kleenex de la cajita que se encontraba en la mesita de noche. 

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora