||Capítulo 26.

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Doncaster, Reino Unido.

Corría, corría y no encontraba la salida. Todo era oscuro, tenebroso, horroroso, tenía los vellos de los brazos erizados de los escalofríos que le daban. Tenía miedo. Mucho. Sentía pasos detrás suyo y no quería voltear, sabía lo que era y por qué lo perseguía. 

—¡Mamá! ¿Dónde estás? ¡Mami!

Tenía sudor en la frente y en la nuca, su cabello comenzaba a humedecerse, corría buscando a su mamá. Quería que lo protegiera, necesitaba sus brazos a su al rededor para que detuviera la pesadilla. Necesitaba su refugio. Brazos de mamá, ¿dónde está? por favor, la necesito. 

Giró a la derecha y se metió en una de las habitaciones de la casa. Se escondió en el clóset con rapidez y respiró exaltado, intentando volver a recobrar el aliento. Sus pequeñas piernas no daban para más, era muy pequeño aún. 

Se abrió la puerta de la habitación de golpe, sus ojitos azules se abrieron con miedo. Esperó.

Una lenta agonía.

La puerta del clóset se abrió con violencia y Louis gritó con terror. Troy lo tomó un brazo fuertemente.   

—Maldito maricón.  


—¿Louis?  

Louis despertó de golpe y enfocó su vista para ver quién le había hablado. Había sido una pesadilla horrible, un horrorífico sueño de su vida real. Aún sentía la piel de gallina. Estaba en una habitación con las paredes muy claras y una lámpara de noche con la luz encendida a su lado. Anne estaba a su lado viéndolo con evidente preocupación, se acercó a la cama para tocarle la frente y corroborar si tenía temperatura. 

Se alegró al comprobar que no la tenía y volvió a sentarse en la silla que había colocado al lado del chico para tenerlo en observación. 

El cuello de Louis estaba vendado, los paramédicos le habían dado los primeros auxilios y habían diagnosticado que la herida era muy superficial, como cualquier cortada por accidente. Lo habían curado bajo un Ed deteniendo a Louis para que se dejara y con un Harry paseando nerviosamente por la habitación. 

—¿Sabes dónde estamos Louis? —cuestionó Anne con tranquilidad, esperando que Louis recordara la decisión que había tomado.

Él asintió despacio, acostumbrándose un poco a la calidez de las sábanas que lo cubrían. Se sentía más tranquilo ahora, sentía que el haberse abrumado por tantas emociones había sido hace días y no hace horas. Asintió lentamente.

—Vinimos a tu casa... —respondió cautelosamente. 

—¿Recuerdas por qué?  

Louis quiso esconderse entre las sábanas en ese momento.

—Porque me dijiste que éste sería mi hogar... 

Anne sonrió.

—Y lo es Louis, el tiempo que necesites para ti lo puedes obtener aquí. Hay comida, compañía y nunca estarás solo. Sé que quizá esta familia no te cae bien —Anne hizo un diminuto gesto triste, fugaz, pero Louis lo notó—, pero haremos lo posible para que ésto funcione, ¿está bien para ti?

Al no obtener una respuesta Anne sonrió de nuevo y se levantó de la silla donde lo esperó a que se despertara. Se dirigió hacia la puerta y antes de abrir escuchó la débil voz de Louis admitir lo que no había querido admitir durante semanas. 

—Sé que ésto debía pasar algún día, sólo no estoy listo para asimilarlo.

Anne volteó a verlo despacio, las palabras de Louis llenas de dolor y sufrimiento le hacen pausar un rato antes de decir cualquier palabra. Debe sentirse solo. Profundamente herido. Anne no era su madre, ni su familiar, pero comprendía el no poder procesar tanto dolor en tan poco tiempo.

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora