||Prólogo.

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Doncaster, Reino Unido.

Noche Buena de 1997.

—Míralo, míralo Joanna. ¡Sólo obsérvalo y dime si no parece un maldito homosexual! —gritó él.

Joanna volteó la cabeza y miró con temor a su hijo de seis años que jugaba con torpeza mientras se balanceaba por la habitación en unos zapatos de tacón, tenía pintalabios de color carmín por toda la cara en un intento de maquillarse como su madre y traía puesta una blusa de color rosa que había encontrado en los cajones del cuarto de sus padres. Su sedoso y largo cabello castaño estaba peinado a modo de hairflip y parecía una total infante jugando a ser mujer. Se reía sonoramente mientras tomaba uno de los collares de perlas de su madre y se lo ponía en el cuello. El pequeño Louis una vez que terminó de arreglarse se miró al espejo y le sonrió anchamente a su reflejo, satisfecho por el resultado. Se parecía mucho a su madre.

Su padre Troy estaba totalmente horrorizado, veía la escena sin poder dar crédito a lo que sucedía y estaba jurándose a sí mismo que mataría a Louis ahí mismo por su maldito comportamiento.

—¿Acaso no lo había criado como era debido? ¿Acaso debí de haber sido más duro y estricto? —preguntó al cielo, queriendo obtener una respuesta. Estaba totalmente enfadado y sentía que no conocía a ese niño que estaba vestido como una niña, quería golpearlo, quería hacerlo entrar en razón— ¿Por qué? ¿¡Qué hice para merecer un hijo así!?

Su padre parecía histérico y de hecho estaba histérico. Y el hecho de haber encontrado a su pequeño y único hijo así, el orgullo de la familia, comportándose como una fémina... lo hacía querer volverse loco. Los homosexuales debían erradicarse, debían morir. No permitiría que Louis se volviera como ellos, no dejaría que se volviera un maricón de mierda.

Se agachó y lo tomó del brazo, sujetándolo con fuerza... quizá demasiada. El niño soltó un chillido agudo evidentemente adolorido y Troy al arrastrarlo hizo que perdiera el equilibrio y que de sus piecitos se salieran los zapatos de tacón. De los ojitos azules de Louis comenzaron a salir lágrimas.

—¡Basta, lo lastimas! —le reprochó Joanna, asustada de ver a su pequeño hijo llorar.

Quiso meterse entre Louis y su esposo, pero Troy volteó hacia ella con rapidez y con su mano libre le propinó tal bofetada que hizo que cayera al suelo, sintió como su nariz comenzaba a sangrar y se sintió débil. El golpe la había noqueado por completo.

¡Mami! —gritó el pequeño Louis cuando vio que Joanna cayó al suelo, con hilillos de sangre saliendo de su nariz. Forcejeó con el afán de soltarse y correr para así abrazar a mamá y protegerla.

Posteriormente él también sintió el impacto de una mano en su mejilla. El dolor fue cegador e hizo que el pequeño Louis soltara un grito. Joanna vio cómo Louis era golpeado por su marido pero lo único que hizo fue quedarse cabizbaja, con miedo, con temor. Un golpe tras otro el pintalabios que tenía el pequeño Louis tenía en sus labios y la mayor parte de sus mejillas se fue borrando, quedándose en las palmas de su padre.

—Escúchame bien, Louis —su padre parecía un total demonio, con el rostro rojo y los ojos inyectados de venas. Louis lo observaba tembloroso, con tanto miedo. Esa mirada que le dedicaba... jamás la olvidaría—, no volverás a vestirte así ¡Tienes que ser un hombre! ¡No un marica! Los hombres que se visten así son una mierda, una abominación, la perdición de la humanidad.

Gritaba, le gritaba con tanta fuerza que Louis quería taparse las orejas con sus manitas para evitar escucharlo, lo lastimaba, lo hería. Sus palabras perforaban hasta lo más fondo del infante.

—No importa si no lo cumples, te golpearé hasta que entiendas que lo que has hecho es una estupidez —amenazó— ¡Los vestidos y el maquillaje son para niñas! ¡No seas imbécil! —volvió a abofetearlo, esta vez un poco más fuerte y Louis gritó con toda la voz que le quedaba.

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora