Parte 8

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EL TRATO

El sol asomaba en el horizonte, proyectando sus primeros rayos sobre la isla de Roanoke. El aire fresco de la mañana llenaba el campamento de los colonos, quienes se movían con una energía renovada. John, el líder del grupo, se encontraba organizando los últimos detalles del intercambio. Con un gesto de su mano, ordenó a los hombres que alinearan los sacos de trigo y cebada, mientras otros afilaban las armas que ofrecerían.

Nakoa y sus hombres se acercaban al fuerte. El sonido de sus pasos resonaba sobre la hierba húmeda. Nakoa iba al frente, llevando consigo un cargamento de maíz, frijoles y algunos tubérculos. "Hoy es un buen día para el comercio," dijo a sus compañeros, con una sonrisa confiada. "Hemos trabajado duro por estos cultivos."

Al llegar al fuerte, se encontró con una escena bulliciosa. Las mujeres colonas estaban organizando el espacio, mientras que los hombres se preparaban para el intercambio. Nakoa saludó a John con un asentimiento, y juntos se dirigieron al centro del fuerte, donde los productos ya estaban dispuestos.

"Bienvenidos, amigos," comenzó White. "Estamos listos para el intercambio. Aquí tienen trigo y cebada, como prometimos." Señaló los sacos, que estaban apilados en una mesa improvisada.

Nakoa observó con atención, su mirada se detuvo en las armas que descansaban al lado. "Y aquí están nuestros productos," dijo, indicando los cestos llenos de maíz y frijoles. "Espero que sean suficientes."

El intercambio se llevó a cabo sin contratiempos. Ambos grupos trabajaron juntos, cargando y descargando los bienes. Pero entre los hombres, había una figura que destacaba: una mujer nativa, Kira, se fijó en un objeto que le llamó la atención. Era la muñeca de trapo que llevaba Clara, la hija de Carter.

Kira se acercó a Clara, admirando la muñeca con ojos brillantes. "Es hermosa," dijo, sonriendo. "¿Puedo comprarla?"

Clara se encogió, aferrando su muñeca con fuerza. "No sé... es mi muñeca favorita."

La madre de Clara, Clara Anne, se acercó y vio la preocupación en el rostro de su hija. "Escucha, querida," dijo con suavidad. "Podemos hacer otra muñeca. Te prometo que será incluso mejor. Pero con las pieles que Kira ofrece, podríamos hacer abrigos para ti y para tu hermano este invierno."

Clara miró a su madre, sintiendo la necesidad de ayudar. "Está bien," murmuró al final, su expresión cambiando a una mezcla de curiosidad y emoción.

Kira sonrió ampliamente. "Gracias, pequeña. Te haré algo especial a cambio," prometió, mientras comenzaban a hacer el trato.

Con el paso de las semanas, las mujeres de la colonia comenzaron a crear muñecas de trapo, utilizando viejas telas que ya no necesitaban. Las risas de los niños resonaban en el aire mientras las mujeres se reunían, sentadas en círculos, conversando y tejiendo.

"Estas muñecas son hermosas," decía Anne a Mary. "Pronto tendremos suficientes pieles para hacer abrigos para todos y comida para el invierno."

La muñeca de Clara se convirtió en un símbolo de unión entre los Chowanoque y los colonos, y cada vez que una nueva muñeca era hecha, la historia de su intercambio se contaba nuevamente.

Los días en la isla de Roanoke pasaban lentos y calurosos, con el sol elevándose en un cielo despejado. Los colonos se afanaban en sembrar grano, mientras que las mujeres, entre risas y charlas, confeccionaban muñecas de trapo para los intercambios. La cooperación entre los colonos y los nativos crecía como las plantas en sus campos, robusta y llena de promesas.

Nakoa y su grupo de hombres trabajaban duro en la forja de cuchillos y hachas de metal. "Con esto, podremos dejar atrás nuestras herramientas de obsidiana," dijo Nakoa mientras golpeaba el metal con firmeza. "Nos ayudarán en la caza y en la construcción."

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