Parte 24

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LA LUZ VIOLETA

Esa noche, el fuerte resonaba con una mezcla de miedo y esperanza. Alrededor del fuego, los rostros cansados de los colonos brillaban bajo las llamas titilantes. Nadie podía dormir, todos estaban atrapados en la inquietud de lo que estaba por venir. Fue Taya quien rompió el silencio, alzando la voz para compartir una historia que muchos necesitaban oír.

—Cuando éramos niñas, vi una luz violeta en el cielo —comenzó Taya, su mirada perdida en la lejanía, como si intentara volver a aquellos días—. Era hermosa, iluminaba todo a su alrededor, convirtiéndose en un resplandor blanco que cegaba.

Sinoka, sentada a su lado, asintió y añadió:

—Era una luz que traía esperanza y temor a la vez. La tribu creía que era la mensajera de los Guardianes Celestiales.

Los colonos se acercaron, intrigados por la historia que se desarrollaba. Taya continuó, su voz firme.

—Los Guardianes hablaron con el jefe y los ancianos de la tribu. Ellos nos dijeron que habían pedido que entregasen a todos los colonos que pudieran apresar, sin dañarlos. Primero los llevarían a la cueva detrás del campamento, donde elegirían a los mejores para llevarlos a la montaña sagrada.

Cuando apareciese la luz violeta, los Croatoan debían tocar los tambores en señal de que tenían a los colonos, si no era así, se llevarían a dos de los suyos cada vez . Así se llevaron a mi hermano, el esposo de Sinoka y por eso yo me escape al campamento de los Chowanoke, donde me acogieron como una más.

Los murmullos de los presentes se intensificaron. ¿Qué significaba esto? ¿Era un sacrificio o una salvación?

—No fue hasta años después que entendí la gravedad de esa luz —dijo Taya, su voz temblando levemente—. Cuando Nakoa y yo seguimos a los Croatoan, creímos que iban a sacrificar a los colonos. Pero lo que encontramos fue más extraño de lo que habíamos imaginado.

—¿Qué viste? —preguntó Daniel, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

—Llegamos a la montaña sagrada —respondió Taya, acercándose más al fuego—. Había un altar, y siempre pensé que era un lugar de sacrificios. Pero lo que vi, lo cambió todo.

La tensión aumentó mientras todos se inclinaban hacia adelante. Taya prosiguió:

—Cuando los Croatoan levantaron la piedra del altar, descubrimos un vacío. Un espacio que parecía absorber la luz y el aire a su alrededor. Cuando los prisioneros entraron, el vacío se cerró, como si nunca hubiera existido. El suelo quedó limpio, sin ninguna señal de que alguien hubiera estado allí.

Un silencio profundo envolvió al grupo. La revelación les dejó atónitos.

—¿Significa eso que los Guardianes se los llevan? —preguntó Elizabeth, con incredulidad.

—No lo sé —respondió Taya—. Algunos creen que son llevados a un lugar mejor. Otros piensan que es un sacrificio. Pero lo que sí sabemos es que nadie regresa.

Mary, con los ojos llenos de lágrimas, murmuró:

—¿Y qué pasará con nuestros hombres?

—No lo sabemos —dijo Moako, mirando a su alrededor—. Pero si esta luz vuelve a aparecer, debemos estar preparados. No podemos permitir que nos lleven sin luchar.

La conversación giró hacia los sacrificios, las decisiones difíciles y el futuro incierto. Elizabeth, con su voz temblorosa, preguntó:

—¿Y si un día nos llevan a nosotros?

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