Parte 3

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El Refugio en la Isla

El sol se alzaba perezoso sobre el horizonte, bañando la playa con una luz dorada que iluminaba los rostros cansados pero decididos de los hombres, mujeres y niños que formaban parte de la expedición. John White, el líder, se movía entre ellos con un aire de autoridad. Su mirada escrutadora se posaba en los troncos que habían encontrado a lo largo de la costa, recordando que cada uno de esos troncos sería fundamental para la construcción de un refugio.

El fuerte que habían construido los hombres de la colonia anterior estaba en buenas condiciones , pero había que reforzar algunas zonas que estaban derruidas.

Envió a diez hombres al interior de la isla , en busca de los colonos de la expedición anterior . Quería saber qué había pasado y dónde estaban las provisiones y los materiales para montar el asentamiento. mientras daba órdenes para la construcción del nuevo.

—¡Vamos, muchachos! —gritó con voz firme—. ¡Necesitamos que la empalizada esté lista antes de la caída del sol!

Mientras los hombres se afanaban en su trabajo, Ananías Dare se movía de un lado a otro, arrastrando un tronco de gran tamaño. Su preocupación por Eleanor lo mantenía en constante alerta. Sabía que su esposa, a punto de dar a luz, necesitaba tranquilidad, pero el ajetreo del campamento lo mantenía en pie, con el corazón latiendo con fuerza.

—Ananías, ven aquí un momento —llamó John, acercándose a él con un gesto serio—. Necesito que supervises el este del fuerte. ¿Puedes hacerlo?

—Claro, John. Pero... —dudó, mirando hacia la tienda donde estaba Eleanor—. No me alejaré mucho.

—Lo entiendo, yo también estoy preocupado Ananías, no olvides que Eleanor es mi única hija . Pero debemos hacer esto. Todos dependemos de que esté bien construido. —John asintió con determinación y se alejó, dejando a Ananías en un dilema entre su deber y su amor.

Mientras tanto, dentro de la tienda, Eleanor se encontraba en un estado de inquietud. Las dos mujeres que la atendían, Martha y Clara, intentaban calmarla.

—Respira hondo, Eleanor. El bebé llegará cuando tenga que llegar —dijo Clara, sonriendo a pesar de la tensión.

—¿Y si no hay suficiente ayuda? —preguntó Eleanor, sudando ligeramente—. ¿Y si no logra sobrevivir?

Martha le tomó la mano, apretándola con ternura.

—Tienes a Ananías y a nosotros. No estás sola. Además, este lugar nos dará nuevas oportunidades. ¡Imagina cómo será todo!

Afuera, los hijos de la familia Thompson, Elizabeth y Samuel, junto con los Carter, Daniel y Clara, trabajaban con energía. Estaban unidos en esta ardua tarea, compartiendo risas y esperanzas a pesar de la adversidad.

—¡Mira, Samuel! —gritó Elizabeth, mientras levantaba un pequeño tronco—. Esto servirá para hacer un buen soporte.

—Sí, pero será más fácil si encontramos algo más grande —respondió Samuel, su rostro cubierto de arena y sudor.

Daniel, un poco más experimentado, se unió a la conversación.

—Tal vez si buscamos en la parte de atrás de la playa, podamos encontrar troncos más gruesos.

Clara, siempre llena de energía, brincó al escuchar la propuesta.

—¡Vamos! ¡La aventura nos espera!

Con entusiasmo, los niños se adentraron un poco más hacia el bosque, buscando lo que pudiera servirles. En su inocencia, veían la construcción del refugio como un juego, ignorando la gravedad de su situación.

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