Parte 20

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La Advertencia de Nakoa

Dos días después de la partida de John White, el sol apenas había comenzado a asomarse por el horizonte cuando Nakoa y seis de sus hombres llegaron corriendo al fuerte. La tierra estaba cubierta de rocío y el silencio de la mañana fue roto por el sonido de sus pisadas apresuradas. Thompson, el encargado de la guardia, los vio llegar con el rostro pálido, su corazón latiendo más rápido ante la inminente alarma reflejada en sus rostros.

—¿Qué ocurre? —preguntó Thompson, mientras se acercaba rápidamente, con la mano en la empuñadura de su espada.

Nakoa, visiblemente agitado, respiró con dificultad antes de responder.

—Son los Croatoan —dijo, su voz grave y urgente—. Se han reagrupado antes de lo que esperábamos.

Thompson frunció el ceño, sintiendo cómo una sensación de inquietud se apoderaba de él.

—¿Qué sabes? —insistió, mirando a los hombres de Nakoa, que asintieron en silencio, sus rostros tensos y preocupados.

—Mis hombres que vigilaban su campamento han oído cosas —continuó Nakoa, mientras su mirada se movía alrededor del fuerte, como si buscara un lugar seguro—. La última vez que sonaron sus tambores, los Guardianes del Cielo se llevaron a tres de los suyos.

Thompson sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Guardianes del Cielo? —preguntó, recordando las historias que circulaban entre los colonos sobre las creencias de los Croatoan y la luz violeta que, a veces, cubría el cielo.

—Taya dice que los castigaron por no entregar a ningún colono —explicó Nakoa—. Así que ahora están decididos a atacar el fuerte. No sabemos cuándo, pero lo harán.

—¿Y qué propones que hagamos? —dijo Thompson, intentando mantener la calma mientras la preocupación crecía en su pecho.

Nakoa se acercó, con un aire de determinación en sus ojos oscuros.

—Mis hombres y yo nos quedaremos con vosotros para protegeros. Conocemos sus tácticas y sabemos cómo luchar. Si se acercan, no estarán solos.

Thompson asintió, sintiendo la gravedad de la situación.

—Es un alivio contar con ustedes. Pero necesitamos prepararnos. ¿Cuántos hombres traen los Croatoan?

—No lo sabemos con certeza, pero parece que han reunido a muchos. Cada día que pasa, crece su número y su ira.

Un silencio pesado se instaló entre ellos. La amenaza era inminente, y el tiempo parecía escaso. Thompson se volvió hacia sus hombres, que observaban la conversación con ansiedad.

—¡Reúnan a todos! —ordenó—. Necesitamos reforzar las defensas y prepararnos para lo peor.

Nakoa asintió y se volvió hacia sus hombres, dándoles instrucciones en su lengua nativa. Thompson sintió un rayo de esperanza al ver la coordinación entre ellos; la alianza entre colonos e indígenas era más crucial que nunca.

—¿Qué más has oído? —preguntó Thompson, mientras se movían hacia el centro del fuerte, donde los hombres comenzaban a congregarse.

—Los Croatoan están decididos a no dejarnos escapar —respondió Nakoa—. Ellos creen que han perdido mucho, y si no entregamos algunos hombres, su venganza será feroz.

Thompson se detuvo un momento, reflexionando.

—Entonces debemos enviar un mensaje claro: estamos listos para defendernos. Haremos todo lo posible por proteger lo que hemos construido aquí.

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