Capítulo 7: Reflexiones de un rey.

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Bakugo se quedó en el claro, observando cómo Kaisa se alejaba. Su figura se desvanecía entre los árboles, pero su presencia lo dejó con una sensación extraña. Había algo en ella que lo intrigaba, algo que no podía explicar. En su mente, una batalla interna comenzaba a formarse, un tira y afloja entre el rey de los dragones y el hombre que sentía en su interior.

*¿Por qué demonios me importa lo que haga una humana?* pensó, frunciendo el ceño mientras sus brazos permanecían cruzados. No debía preocuparse por alguien tan frágil. Su mundo era de fuego y sangre, y los humanos nunca habían tenido un lugar en él. Sin embargo, Kaisa no era una humana común. Había algo en su espíritu, en su determinación, que lo había sorprendido.

Bakugo sintió que su orgullo se irritaba. Ella no tenía miedo de enfrentarse a él ni a sus dragones, y eso lo incomodaba. La mayoría de las personas habrían retrocedido ante la simple idea de entrar en el territorio de los dragones. Sin embargo, Kaisa había cruzado esa línea, y él la había dejado. *Esa decisión podría costarle caro*. Su pensamiento se desvió hacia lo que su clan consideraría una amenaza.

Mientras contemplaba el claro, recordó la forma en que Kaisa había corrido a su lado, su risa mezclándose con el sonido de las hojas. *¿Por qué estaba tan decidida a aprender sobre ellos?* Su mente se inundó con preguntas. En su pecho, algo comenzó a encenderse, y esa chispa, aunque pequeña, lo asustaba. No quería sentir eso. No quería la conexión.

Bakugo se dio la vuelta, tratando de ahogar esas reflexiones en su ira habitual. Se dirigió hacia el nido de los dragones, donde su clan solía reunirse. Necesitaba entrenar. Necesitaba liberar esa energía que bulliciaba en su interior, una energía que había comenzado a asociar con la presencia de Kaisa.

Al llegar al nido, encontró a varios dragones en el área, sus escamas brillando con los rayos del sol. Algunos estaban luchando, mientras otros practicaban vuelo. Bakugo se unió a ellos, sumergiéndose en la batalla. Cada golpe que daba, cada aliento de fuego que lanzaba, lo alejaba de los pensamientos de Kaisa. Sin embargo, su mente no podía dejar de volver a ella.

*¿Por qué demonios me preocupo por una humana?* En el fondo, sabía que su interés no era normal, que lo que sentía era inusual. Mientras luchaba, se preguntó si sus dragones lo veían de la misma manera. *Si se enteran de esto, nunca dejarán de burlarse de mí*.

Después de un rato, su frustración se acumuló. Con un rugido de rabia, lanzó una llamarada hacia un tronco caído, incinerándolo casi al instante. El calor se elevó, y el aire se tornó denso. Al mirar las llamas, se dio cuenta de que la ira no era la única emoción que lo movía. Había una inquietud, un deseo de comprender a Kaisa y lo que la impulsaba.

Sin embargo, no podía dejar que eso lo detuviera. Se obligó a concentrarse en el entrenamiento. *Este es tu reino*, se repitió, cada golpe que daba era un recordatorio de su posición. *No tienes tiempo para distracciones, especialmente no de una humana*. Pero la imagen de Kaisa persistía. Su sonrisa, su risa, esa extraña forma en que parecía mirar más allá de su exterior enfadado. *Eso no debería importarle a nadie, mucho menos a él*.

Finalmente, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, y Bakugo se detuvo, su respiración pesada. Se sentó en una roca, sintiéndose más cansado de lo habitual. A su alrededor, los dragones comenzaron a dispersarse, pero él permaneció allí, perdido en sus pensamientos.

Un rugido resonó en el aire. Era un sonido familiar, uno que hacía eco de su naturaleza, pero había algo más en él, algo que le hacía recordar a Kaisa. *¿Qué pasaría si los humanos conocieran su verdadero ser?* La idea de Kaisa entremezclándose en su mundo le causó desasosiego. *No, no, no...* Se sentía como si estuviera rompiendo las reglas no escritas de su existencia.

El cielo se tornó de un rojo intenso mientras el sol se ocultaba, y Bakugo sintió que la noche se acercaba, trayendo consigo la calma que tanto necesitaba. Se levantó, preparándose para regresar a su hogar, sintiendo la presión del mundo que lo rodeaba. Había un caos en su interior que no podía manejar, un deseo de comprender a Kaisa y lo que ella representaba.

Mientras caminaba, su mente continuaba dando vueltas sobre ella. La manera en que se había acercado, su valentía, todo lo que había hecho por conocer su mundo. *Quizás estaba jugando con fuego*. Sin embargo, la chispa de curiosidad seguía viva en él. No podía ignorar lo que había comenzado a sentir, y eso lo aterrorizaba.

Al llegar a su hogar, Bakugo se encontró con su madre, quien lo miró con preocupación. Ella siempre había sido consciente de su naturaleza y de las luchas que enfrentaba, no solo con los humanos, sino también con los dragones de su propio clan.

—¿Todo bien, Bakugo? Pareces... distraído —preguntó ella, su tono lleno de suavidad.

Bakugo se encogió de hombros, tratando de disimular su agitación. —Estoy bien. Solo entrenando.

Su madre le sonrió, aunque su mirada mostraba preocupación. —Recuerda que siempre puedes hablar conmigo. No estás solo en esto.

Bakugo sintió un golpe de frustración. *No necesito hablar sobre mis sentimientos*. Se despidió rápidamente y se dirigió a su habitación, donde el silencio lo envolvió. Cerró la puerta, y se dejó caer en la cama, mirando el techo.

Pensó en Kaisa una vez más. *No sé qué me pasa*.

La noche avanzaba y las estrellas comenzaron a brillar en el cielo. Aunque intentaba dormir, su mente seguía centrada en ella. ¿Por qué tenía que ser así? *No debería importarme, no debería querer saber más sobre ella*. Pero a medida que la noche caía, se dio cuenta de que la curiosidad era una llama que ardía intensamente dentro de él, y no había forma de apagarla.

En ese momento, Bakugo se dio cuenta de que no podía escapar de la conexión que había comenzado a formar con Kaisa. Aunque su mundo estaba lleno de fuego y destrucción, ella parecía ser un rayo de luz, algo que él no sabía si estaba listo para enfrentar. Mientras las sombras de la noche lo rodeaban, Bakugo tomó una decisión: volvería a encontrarse con ella.

*No tengo miedo de los dragones*, se recordó, aunque la verdad era que también tenía que enfrentar sus propios sentimientos. A la mañana siguiente, habría un nuevo día y una nueva oportunidad. Quizás, solo quizás, Kaisa podría ayudarlo a comprenderse a sí mismo.

El destino lo llevaría a un nuevo encuentro, y en su corazón, Bakugo sabía que no podría evitarlo.

"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora