El amanecer se filtró a través de la ventana de Kaisa, iluminando la habitación con suaves rayos dorados. Sin embargo, hoy, a diferencia de otras mañanas, no se despertó lentamente. La emoción de los preparativos para el Festival de la Cosecha la llenaba de energía. Se levantó de la cama de un salto, estirándose y sonriendo al pensar en todo lo que tenía que hacer.
Mientras se vestía, su madre entró en la habitación con una bandeja de desayuno. —Buenos días, Kaisa. Hoy será un día ajetreado. ¿Estás lista para ayudar con las decoraciones?
—¡Sí! —respondió Kaisa con entusiasmo. Su madre siempre había estado involucrada en la organización de festivales y eventos en la aldea, y Kaisa estaba emocionada de participar y aprender de ella. La joven se puso una blusa de lino de color claro y una falda larga que le permitía moverse con facilidad. Sus ojos brillaban con la anticipación de lo que vendría.
Después de disfrutar del desayuno, Kaisa y su madre se dirigieron a la plaza del pueblo, donde los preparativos estaban en pleno apogeo. La aldea ya comenzaba a llenarse de vida, con aldeanos que colgaban cintas de colores y flores frescas para adornar las calles. La energía era contagiosa, y Kaisa se unió al trabajo con entusiasmo.
Pasó la mañana ayudando a su madre y a sus amigos a preparar todo. Izuku, Ochako y Tenya estaban también ocupados, cargando cestas de frutas y verduras frescas que serían ofrecidas en el festival. La plaza vibraba con risas y charlas, y Kaisa se sintió agradecida de estar rodeada de personas tan queridas.
—Kaisa, ¿puedes ayudarme con esto? —preguntó Izuku, levantando una caja de manzanas.
—Claro, —dijo Kaisa, acercándose para ayudarle. Mientras lo hacía, recordó que el príncipe Todoroki asistiría al festival. La idea de que un príncipe estuviera presente la hizo sentir un poco nerviosa, pero también emocionada. Sería una gran oportunidad para todos en la aldea, y Kaisa deseaba que todo saliera perfecto.
A medida que el día avanzaba, la plaza se llenó de color y alegría. Los niños corrían por doquier, ayudando a sus padres o jugando entre ellos, mientras los músicos afinaban sus instrumentos para el festival. Kaisa se sintió llena de felicidad, disfrutando de cada momento.
Cuando el sol comenzó a descender, pintando el cielo de tonos naranjas y rosas, Kaisa supo que era el momento de hacer una pausa. A pesar de que se sentía contenta rodeada de sus amigos, también había algo más en su mente. Había prometido regresar al bosque para llevarle comida a Bakugo. Sin embargo, sabía que no podría quedarse mucho tiempo con él debido a las responsabilidades del festival.
—¡Kaisa! —la llamó Ochako, interrumpiendo sus pensamientos. —¿Qué te pasa? Te veo un poco distraída.
Kaisa sonrió, aunque su mente seguía en el bosque. —Solo estaba pensando en lo que haré más tarde.
—¿Irás a ver al dragón? —preguntó Izuku, con una mezcla de preocupación y curiosidad en su voz.
—Sí, le llevaré algo de comer, —respondió Kaisa, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido al mencionarlo. Aunque no sabía mucho sobre él, había algo en Bakugo que la atraía.
Tenya se unió a la conversación, su expresión seria como siempre. —Recuerda lo que te dije sobre tener cuidado.
Kaisa asintió, sabiendo que Tenya solo se preocupaba por su seguridad. —Lo sé, Tenya. Pero no voy a hacerle daño. Solo quiero llevarle algo de comer.
La tarde pasó rápidamente, y cuando la luz del sol empezó a desvanecerse, Kaisa sintió que era el momento de irse. Se despidió de sus amigos y se dirigió hacia el bosque, con una pequeña cesta llena de comida que había preparado: un poco de pan fresco, frutas y algunos dulces que había hecho con su madre. Mientras caminaba, se sentía emocionada pero también un poco nerviosa. *¿Qué diría Bakugo al verla de nuevo?*
Al llegar al claro donde había encontrado a Bakugo la última vez, Kaisa se detuvo, tomando un momento para disfrutar de la belleza del lugar. Los árboles se alzaban majestuosos a su alrededor, y el suave murmullo del viento parecía cantarle una melodía suave. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba en lo que iba a hacer.
Entonces, respiró hondo y llamó: —¡Bakugo!
La respuesta fue casi inmediata. Unas ramas crujieron y, de entre los arbustos, apareció Bakugo, sus ojos centelleantes. Su expresión era una mezcla de sorpresa y curiosidad. —¿Qué quieres? —dijo, con su tono habitual de desdén, aunque Kaisa notó que había una chispa de interés en su mirada.
Kaisa sonrió, sosteniendo la cesta delante de ella. —Te traje algo de comer.
Bakugo frunció el ceño, como si no estuviera seguro de cómo reaccionar. —No necesitaba que vinieras. No estoy hambriento.
—Pero es importante que comas, —replicó Kaisa, con una risa ligera—. Después de todo, ¿no deberías cuidar de ti mismo?
En lugar de responder, Bakugo dio un paso adelante, mirando la cesta con desconfianza. Kaisa se sintió un poco herida por su actitud, pero decidió no rendirse.
—Mira, —dijo, abriendo la cesta y sacando un trozo de pan—. Solo un poco.
Bakugo se cruzó de brazos, mirando la comida con recelo. Sin embargo, al final, su curiosidad ganó. —Está bien, dame eso.
Kaisa le lanzó un trozo de pan, y Bakugo lo atrapó en el aire, aunque lo hizo con una expresión de desdén. —Está bien., —murmuró entre dientes, dando un bocado.
Ambos compartieron un momento de silencio, observándose el uno al otro, y Kaisa sintió que la tensión en el aire comenzaba a desvanecerse. Había algo en la forma en que Bakugo miraba la comida, como si realmente apreciara el gesto, incluso si no lo decía en voz alta.
—¿Vas a venir al festival? —preguntó Kaisa, rompiendo el silencio. La pregunta flotó en el aire, y aunque sabía que la respuesta probablemente sería negativa, sentía curiosidad por su reacción.
Bakugo se encogió de hombros. — No me interesa.
Kaisa sintió una punzada de decepción. —Pero es una gran celebración. Todos en la aldea estarán allí.
—¿Y qué? —dijo él, con su voz dura, aunque Kaisa podía ver un atisbo de duda en sus ojos.
—Puede ser divertido, —insistió ella, sintiendo que no quería rendirse tan fácilmente—. Puedes conocer a gente nueva, hacer amigos... tal vez incluso... disfrutar un poco.
Bakugo la miró con desdén, aunque en el fondo, Kaisa sabía que estaba considerando su invitación. Ella sonrió, esperando que su entusiasmo pudiera convencerlo.
Al final, Bakugo suspiró y miró hacia el suelo, como si estuviera sopesando sus opciones. —Veré. Pero no prometo nada.
Kaisa se sintió aliviada al menos de que había una posibilidad. —Eso está bien. Solo piensa en ello, ¿de acuerdo?
—Sí, claro, —respondió él, aunque su tono seguía siendo sarcástico.
Pasaron un momento más juntos, comiendo y compartiendo un silencio cómodo, aunque Kaisa no podía evitar preguntarse cuán lejos llegarían su amistad y sus interacciones en el futuro. Sabía que era un camino lento, pero estaba dispuesta a recorrerlo.
Finalmente, Kaisa sintió que era hora de irse. El cielo se oscurecía, y el aire se volvía más fresco. —Debo regresar. Mis amigos me estarán buscando.
Bakugo asintió, pero antes de que ella pudiera alejarse, dijo: —Oye, Kaisa.
Ella se detuvo, volviéndose para mirarlo. —¿Sí?
—Gracias por la comida.
Las palabras fueron simples, pero significaron mucho para Kaisa. Sonrió, sintiendo que su corazón se calentaba. —De nada. Nos vemos pronto, Bakugo.
Mientras se alejaba, sintió que la relación entre ellos estaba tomando forma, aunque lentamente. Había mucho más que aprender el uno del otro, y cada paso que daban juntos era un paso en la dirección correcta.
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"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.
FantasíaEn un bosque encantado donde la magia fluye con cada susurro del viento, Kaisa, una joven bruja, busca ingredientes para sus hechizos. Sin embargo, su tranquila misión se transforma en un encuentro inesperado cuando se topa con un dragón rojo, travi...