Capítulo 4: La noche que nos separa.

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La noche se instaló en el bosque, cubriendo el paisaje con un manto de sombras profundas. Kaisa sintió cómo el aire fresco comenzaba a enfriarse, y el canto de las criaturas nocturnas llenaba el silencio. Aunque había logrado establecer una pequeña conexión con Bakugo, sabía que no podía quedarse mucho más tiempo. Su hogar no estaba lejos, pero el camino en la oscuridad podría ser peligroso.

—Es mejor que me vaya —dijo Kaisa, tratando de mantener un tono ligero mientras observaba la luz de la luna reflejada en el escamoso cuerpo del dragón. El dragón parecía no estar dispuesto a dejarla ir, girando su cabeza hacia ella con curiosidad.

—¿Qué? ¿Ya te vas? —respondió Bakugo, cruzando los brazos con desdén. Su voz era un gruñido, como si la idea de su partida lo molestara.

—Sí, es tarde —replicó Kaisa, esforzándose por no parecer demasiado preocupada. —No quiero preocupar a mi familia.

Bakugo la miró fijamente, sus ojos chispeantes de desconfianza. La tensión entre ellos aún persistía, como un hilo delgado que podía romperse en cualquier momento.

—¿Y qué te importa lo que piensen? —su tono era despectivo, y Kaisa pudo ver cómo su actitud explosiva seguía presente, como una bomba de tiempo a punto de estallar.

—Porque me importa —dijo Kaisa, sintiendo que tenía que defender su posición—. Aunque no sepas mi nombre, tengo una familia que se preocupa por mí, así como tú te preocupas por tu dragón.

Bakugo se quedó en silencio, su expresión cambiando brevemente mientras consideraba sus palabras. Había algo en la forma en que lo decía que resonaba con él, pero no estaba dispuesto a admitirlo.

—No es como si fueras la única en el mundo que tiene cosas que hacer —dijo, dejando escapar un bufido. Su voz se mantenía dura, pero había un matiz de frustración que Kaisa pudo captar.

Ella sonrió, no porque se sintiera divertida, sino porque había un reto en su tono que la intrigaba. A pesar de su explosividad, Bakugo mostraba un lado más humano, y eso era algo que no podía ignorar.

—Lo sé —respondió Kaisa—. Pero tengo que ser responsable. Además, estoy segura de que no querrás que te vea correr por el bosque como un loco.

Bakugo frunció el ceño ante su comentario. La última cosa que quería era que una bruja lo viera en un estado vulnerable.

—No soy un loco —replicó con un tono despectivo, a pesar de que no pudo evitar que una parte de él se sintiera aliviado al ver que Kaisa estaba dispuesta a dejarlo solo.

La bruja miró hacia el cielo estrellado, sintiendo cómo la noche se cerraba a su alrededor. Era hermoso y aterrador a la vez. El bosque parecía cobrar vida en la penumbra, y ella sabía que debía ser cautelosa.

—Voy a volver —le aseguró, intentando suavizar la atmósfera—. Prometo que no será la última vez que nos veamos.

—Como si eso fuera un consuelo —murmuró Bakugo, despectivo. Su mirada seguía fija en ella, como si estuviera tratando de analizar cada uno de sus movimientos.

Kaisa dio un paso atrás, sintiendo la tensión crecer nuevamente entre ellos. Estaba claro que no iba a ser fácil, pero había algo que la impulsaba a regresar. A pesar de su personalidad explosiva, había una chispa en Bakugo que la atraía, y no podía simplemente ignorarla.

—¿Tienes alguna forma de comunicarte? —preguntó, sintiéndose un poco audaz al hacer la pregunta. —Porque no sé tu nombre, y probablemente tú tampoco sepas el mío.

Bakugo la miró con desdén, pero en el fondo, había un destello de curiosidad. La idea de que ella no sabía quién era lo molestaba, pero a la vez, había algo refrescante en la falta de conocimiento sobre su fama.

"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora