El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos de naranja y púrpura que se mezclaban como un lienzo pintado por un artista en un momento de inspiración. Kaisa, después de haber volado junto al dragón y experimentado una jornada llena de risas y descubrimientos, sintió que el día se desvanecía a su alrededor.
—Es hermoso, ¿verdad? —dijo Kaisa, mientras se recostaba sobre el suave césped, sintiendo la frescura de la hierba contra su piel. Bakugo se unió a ella, tumbándose a su lado, y por un instante, el mundo pareció detenerse.
Bakugo miró hacia el cielo, sintiendo cómo los colores cambiaban ante sus ojos. —Es un buen espectáculo —respondió, su voz más suave de lo habitual—. No me imaginaba que el atardecer pudiera ser tan... impresionante.
Kaisa sonrió, disfrutando del cambio en su tono. —¿Ves? A veces hay que dejarse llevar y apreciar las cosas simples de la vida —dijo, sin apartar la mirada de los colores que se deslizaban suavemente en el cielo.
—Nunca pensé que me dirías eso —respondió él, girándose para mirarla. Su expresión era seria, pero había un brillo de diversión en sus ojos. —Siempre estás llena de sorpresas, Kaisa.
Ella se sonrojó levemente ante la alabanza y se giró para enfrentarlo, sus miradas cruzándose en un instante que parecía cargarse de energía. —Y tú eres más amable de lo que pretendes. Deberías mostrar ese lado más a menudo.
Bakugo frunció el ceño, pero la chispa de una sonrisa se asomó en su rostro. —No se lo digas a nadie, o perderé mi reputación.
Kaisa se rió, sintiendo que la risa se expandía en el aire entre ellos. —Tu secreto está a salvo conmigo, solo me aseguraré de recordártelo en momentos clave.
El viento sopló suavemente, llevando consigo el aroma fresco de la tarde. Kaisa sintió cómo la tranquilidad del momento se apoderaba de ella, y por un instante, todo parecía posible. Pero, al mirar el cielo oscurecerse, una sensación de tristeza la invadió.
—Bakugo... —dijo, su voz más suave—. Creo que debería irme. El sol se está poniendo, y mi madre se preocupa si no regreso a casa antes de que oscurezca.
La expresión de Bakugo cambió, y una ligera sombra cruzó su rostro. —¿Ya? —preguntó, su tono un poco más tenso de lo que había esperado.
Kaisa asintió, sintiendo que la conexión que habían forjado en ese corto tiempo se intensificaba. —Lo sé, ha sido un día increíble, pero tengo responsabilidades.
—Siempre con tus responsabilidades —murmuró Bakugo, aunque había un destello de comprensión en su mirada. —Pero, ¿qué tal si hacemos esto otra vez?
Kaisa se sintió animada por su propuesta, y su corazón dio un salto. —Me encantaría. Hay tantas cosas más que quiero aprender de ti... y sobre los dragones —añadió, un toque de travesura en su voz.
Bakugo se acomodó, observando cómo el cielo se oscurecía lentamente, los colores dando paso a las primeras estrellas que comenzaban a brillar. —Prometido, entonces. Te enseñaré más sobre ellos la próxima vez.
Kaisa sintió un ligero cosquilleo en su estómago. —¿Y tú me dejarás mostrarte un poco de magia también? —preguntó, con una sonrisa juguetona.
—Quizás —respondió él, dejando entrever que no le disgustaba la idea—. Pero solo si prometes no hacer nada loco. No quiero que acabe en otra de tus acrobacias desastrosas.
—¡Hey! —protestó Kaisa, riendo—. Fue solo un pequeño tropiezo. Estoy mejorando.
Bakugo se giró hacia ella, una sonrisa genuina iluminando su rostro. —Puede que necesites un poco más de práctica.
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"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.
FantasyEn un bosque encantado donde la magia fluye con cada susurro del viento, Kaisa, una joven bruja, busca ingredientes para sus hechizos. Sin embargo, su tranquila misión se transforma en un encuentro inesperado cuando se topa con un dragón rojo, travi...