Capítulo 2: La ira del dragón.

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El rugido de la voz de Bakugo rompió la calma que Kaisa había logrado con su canción. La joven bruja dio un paso atrás, sorprendida por la irrupción del extraño. El dragón levantó la cabeza, alarmado por la agresividad de su dueño, pero aún no del todo dispuesto a abandonar la tranquilidad que había encontrado.

—¡Responde! —ordenó Bakugo, su tono cargado de una furia apenas contenida.

Kaisa lo observó detenidamente mientras se acercaba, su presencia poderosa e intimidante. El brillo de sus ojos reflejaba una mezcla de rabia y sospecha. Su figura era imponente, vestida con una chaqueta oscura de cuero, ajustada a su torso, con detalles metálicos que relucían bajo la luz filtrada del bosque. Sus pantalones negros, algo gastados, lo hacían ver como alguien que estaba acostumbrado al combate. El cinturón con hebilla grande le confería una actitud autoritaria, mientras sus botas, cubiertas de barro y tierra, marcaban su paso firme.

Por un instante, Kaisa se sintió pequeña frente a él. No había duda de que este joven era un guerrero, y por el tono con el que hablaba, parecía ser alguien con mucha experiencia en manejar dragones. *Qué mirada más intensa...*, pensó, sin decirlo en voz alta.

Bakugo se detuvo a unos pasos de ella, evaluando la situación. El dragón estaba calmado, algo que lo irritaba aún más. Sabía que la sangre de dragón podía ser usada para encantamientos poderosos, y no confiaba en que una desconocida estuviera cerca de su criatura con una sonrisa suave y palabras dulces.

—¿Qué le has hecho? —repitió con una voz baja y amenazante, mientras apretaba los puños. Su mirada se desvió hacia el dragón, que todavía parecía bajo el hechizo de la canción.

Kaisa lo miró directamente a los ojos, sin retroceder esta vez. Sabía que enfrentarse a alguien así no sería fácil, pero tampoco permitiría que la acusaran injustamente. Con una voz tranquila, aunque firme, respondió:

—No le he hecho nada. Lo encontré inquieto y lo calmé con una canción. No tengo intención de hacerle daño.

Pero Bakugo no parecía convencido. Sus ojos recorrieron la figura de Kaisa, buscando cualquier señal de traición, cualquier indicio de que estaba mintiendo. No se fiaba de las brujas, mucho menos de una que estaba sola en el bosque con un dragón.

—¿Una canción? —repitió con burla, avanzando un paso más hacia ella—. ¿Quieres que me crea eso? ¿Qué clase de bruja se pasea por el bosque con un dragón y no quiere su sangre? —Su tono se volvió más duro—. No me trates como un idiota.

Kaisa sintió que la tensión en el aire aumentaba. Las hojas a su alrededor temblaban con el viento, mientras la mirada de Bakugo la presionaba. Estaba a punto de estallar, y ella lo sabía. Su magia era poderosa, pero no había venido al bosque a pelear.

—No soy una amenaza para ti ni para él —respondió ella, haciendo un esfuerzo por mantener la calma—. Si me dejaras explicarte, entenderías que solo quiero recolectar ingredientes para mis encantamientos, nada más.

Sin embargo, Bakugo no parecía dispuesto a escuchar explicaciones. *Qué fastidio* pensó, esta vez sin contener su frustración. La paciencia no era una de sus virtudes, y la idea de que esta bruja se aprovechara de su dragón lo enfurecía más con cada segundo que pasaba.

—No tienes derecho a estar aquí —espetó—. Si piensas que voy a permitir que uses mi dragón para tus hechizos, estás equivocada.

Kaisa dio un paso hacia él, sintiendo que debía hacerle entender su punto. No iba a retroceder ante su furia. Aunque Bakugo le imponía, no podía dejar que la intimidara.

—No me interesa tu dragón más allá de ayudarlo. No sé qué crees que voy a hacer, pero te aseguro que estás equivocado —dijo, su voz firme, pero serena.

"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora