La luz del amanecer comenzó a filtrarse entre los árboles, pintando el bosque de un dorado suave. Kaisa se despertó con el canto de los pájaros, su corazón latiendo con emoción y nerviosismo. Había pasado la noche pensando en su encuentro con Bakugo y, aunque sabía que no debían apresurarse, no podía evitar sentirse ansiosa por volver a verlo. Era una mezcla de incertidumbre y curiosidad la que la impulsaba a regresar al claro donde se habían encontrado.
Se vistió con su túnica azul celeste, la que le daba un aire fresco y ligero, y preparó un pequeño bulto de provisiones. Había pensado en llevarle algo de comida. Su madre siempre le decía que el estómago lleno ayuda a mantener una mente clara, y decidió que sería un buen gesto. Después de todo, había algo cautivador en el rey de los dragones, aunque solo lo conocía de manera superficial.
Al salir de casa, el aire fresco la envolvió. Caminó por el sendero que la llevaría al bosque, sintiendo cómo la energía de la naturaleza vibraba a su alrededor. Las hojas susurraban al viento, y el aroma de la tierra húmeda era reconfortante. Kaisa sonrió al recordar la forma en que Bakugo había reaccionado a su canción la última vez. *Quizás esta vez podría mostrarle un poco más sobre su mundo mágico*.
Mientras avanzaba, se detuvo a recoger algunas flores silvestres. Eran de un azul vibrante, y pensó que le agregarían un toque especial a su encuentro. Colocándolas cuidadosamente en su bolsa, continuó su camino, sintiendo que cada paso la acercaba más a su destino.
Al llegar al claro, se detuvo en seco. Allí estaba Bakugo, sentado en una roca, con el rostro aún marcado por la seriedad, pero con una luz en sus ojos que la hizo sonreír. Parecía que había estado esperando por ella. Su cabello rubio ondeaba levemente con la brisa, y Kaisa no pudo evitar notar su postura dominante, como si el claro le perteneciera.
—¡Hola! —saludó, con un tono alegre en su voz mientras se acercaba—. He traído algo de comer.
Él levantó la vista, y un destello de sorpresa cruzó su rostro, aunque rápidamente fue reemplazado por su habitual expresión de desdén.
—No tienes que traerme nada, —dijo, cruzándose de brazos—. No soy un niño que necesita que lo cuiden.
Kaisa rió suavemente, sintiendo que esa chispa de desafío era parte de su encanto. —Lo sé, pero pensé que podría ser un buen gesto. Además, no creo que te haya visto comer algo el otro día.
Bakugo hizo una mueca, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios. Era un gesto involuntario, pero Kaisa lo notó. Sacó un pequeño pan y una fruta fresca de su bolsa, colocándolos sobre la roca frente a él.
—Aquí. Es pan recién horneado y un poco de fruta del bosque.
Bakugo miró la comida, luego la observó a ella. Sus ojos se entrecerraron en sospecha. —¿Por qué estás tan interesada en mí? Eres una bruja, ¿no deberías estar ocupada con... no sé, cosas mágicas?
Kaisa se encogió de hombros, sintiéndose un poco más cómoda. —Porque tú también eres un dragón, y hay mucho de ti que no entiendo. Quiero aprender sobre tu mundo, así como tú pareces estar curioso sobre el mío.
La respuesta pareció sorprenderlo. Bakugo miró el pan, y con un movimiento brusco, tomó un trozo. Al dar el primer mordisco, su expresión se suavizó.
—No está mal, —murmuró con la boca llena—. Pero no esperes que esto cambie nada.
Kaisa sonrió, disfrutando de su carácter tan directo. Había una autenticidad en su forma de ser que le resultaba refrescante. —No espero que cambie nada, pero siempre es agradable compartir una comida con alguien nuevo.
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"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.
FantasyEn un bosque encantado donde la magia fluye con cada susurro del viento, Kaisa, una joven bruja, busca ingredientes para sus hechizos. Sin embargo, su tranquila misión se transforma en un encuentro inesperado cuando se topa con un dragón rojo, travi...