Bakugo volaba sobre su dragón, sintiendo la brisa fría de la noche acariciar su rostro mientras se alejaban del lugar donde había pasado una de las tardes más extrañas de su vida. A sus lados, sus dragones batían sus alas con fuerza, sus cuerpos musculosos y robustos dibujando sombras en la luz de la luna. La imagen de Kaisa, sonriendo y riendo mientras se atrevía a volar, aún ardía en su mente.
No podía evitar recordar la forma en que ella se había acurrucado contra el dragón albino, su expresión de pura felicidad iluminando la noche. El instante en que la había atrapado en el aire, justo antes de que cayera, había despertado en él una mezcla de sensaciones que nunca antes había experimentado. Había algo en ella que lo hacía sentir... extraño. Su forma de ser, esa chispa de emoción que traía consigo, lo volvía loco.
—¡Bakugo! —llamó uno de sus dragones, un robusto dragón negro llamado Kurogami, quien volaba a su lado—. ¿Te encuentras bien? Estás muy callado.
—¿Qué te importa? —respondió Bakugo, tratando de sonar desinteresado mientras miraba al horizonte, pero Kurogami no se dejó engañar.
—Nunca te quedas callado, especialmente después de un día así. Te vi sonreír. Eso es un gran cambio —dijo el dragón, con un tono burlón que hacía que Bakugo se irritara aún más.
Bakugo gruñó, sintiendo que sus mejillas se calentaban. —No era una sonrisa, solo estaba... —Buscó las palabras, pero se sentía incapaz de explicarlo. ¿Por qué tenía que ser tan complicado?—. Solo estaba disfrutando del momento.
Kurogami rió, y los otros dragones comenzaron a unirse a la risa. Bakugo sabía que se estaban burlando de él, pero no iba a dejar que eso lo molestara. Mantuvo la mirada firme hacia adelante, tratando de ignorar la sensación de incomodidad que lo invadía.
La imagen de Kaisa continuaba apareciendo en su mente. Su risa, sus ojos brillantes, incluso la forma en que se había sonrojado al estar tan cerca de él mientras volaban. No entendía por qué eso lo afectaba tanto. Nunca había sido el tipo que se dejara llevar por las emociones, pero algo en ella parecía desestabilizar su mundo.
—Oye, no es para que te enojes —interrumpió otro dragón, esta vez uno de color verde brillante llamado Kyuuri—. Todos hemos notado cómo te miras al volar con ella. ¡Esos ojos que haces son dignos de un romance de historia!
Bakugo apretó los dientes y giró la cabeza hacia Kyuuri, su mirada feroz. —¡Cállate! No estaba haciendo nada raro. Solo volaba.
—Sí, claro, solo volabas, pero con una sonrisa estúpida en tu cara —se burló Kurogami, su risa resonando en el aire nocturno.
La frustración comenzó a acumularse en su pecho, y aunque quería gritarles, una parte de él sabía que había una verdad en lo que decían. Algo había cambiado. Kaisa había traído un destello de luz a su vida sombría, y eso era lo que le inquietaba.
ESTÁS LEYENDO
"La bruja y el guardián de las llamas." | Bakugo Katsuki.
FantasíaEn un bosque encantado donde la magia fluye con cada susurro del viento, Kaisa, una joven bruja, busca ingredientes para sus hechizos. Sin embargo, su tranquila misión se transforma en un encuentro inesperado cuando se topa con un dragón rojo, travi...