Capitulo 36: El limite de la paciencia

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Justo cuando creí que las cosas se habían calmado, la risa burlona de ese mismo chico, siempre con sus comentarios inoportunos, resonó en el área.

“Qué ridículo se ve Gally y la novata,” soltó entre risas, lo suficientemente alto para que todos lo escucharan.

Gally, que estaba a unos pasos de distancia, se detuvo en seco. Lo vi girarse lentamente, sus ojos fulminantes fijos en el chico. La atmósfera cambió de inmediato, y el aire se llenó de una tensión que casi se podía palpar.

“¿Qué dijiste?” espetó Gally, acercándose con pasos firmes. La burla en la cara del chico se esfumó, pero aun así intentó mantener una actitud desafiante.

“Nada que no sea obvio,” respondió, encogiéndose de hombros, aunque su voz tembló ligeramente. “Solo que es gracioso verte perder la cabeza por alguien más.”

Gally apretó los puños, y su voz salió en un tono tan bajo que apenas pude escucharlo. “¿Te parece gracioso?”

El chico intentó dar un paso atrás, pero Gally ya estaba frente a él, mirándolo como si fuera a lanzarse sobre él en cualquier momento.

“Relájate, Gally,” intentó calmarlo, pero la burla no desapareció de su tono. “No es para tanto.”

“No tienes idea de lo que hablas,” dijo Gally, su voz en un susurro lleno de furia contenida. “Te crees muy gracioso, ¿verdad?”

Yo observaba todo desde unos pasos atrás, intentando decidir si debía intervenir o no. Pero antes de que pudiera hacer algo, el chico soltó otra risita. “Claro, Gally, siempre tan intenso. ¿Qué, ahora también vas a intentar controlarme a mí?”

Gally no se contuvo más. “¿Quieres ver qué tan en serio voy?” lanzó, y sin más, empujó al chico con fuerza, haciéndolo tambalear.

“¿Qué demonios, Gally?” gritó el chico, visiblemente sorprendido. “¡¿Te volviste loco o qué?!”

“¿Quieres seguir riéndote?” dijo Gally, avanzando con pasos amenazantes. “Porque no me importa darte una lección si eso es lo que necesitas.”

Para entonces, otros chicos se habían acercado, mirando la escena con los ojos bien abiertos. Minho y Newt intercambiaron miradas, visiblemente tensos, pero no se movieron. Estaba claro que querían ver hasta dónde llegaría esto antes de intervenir.

“¡Cálmense ya!” grité, intentando que ambos me escucharan. “Esto no va a llevar a nada, Gally. Ya basta.”

El chico aprovechó mi intervención para recomponerse y lanzó una última burla. “Míralo, la chica lo defiende. Qué patético.”

Fue demasiado. Gally soltó un grito de rabia y avanzó con un puño levantado. Justo antes de que el golpe llegara, Minho se interpuso, sujetándolo por los hombros. “Ya basta, Gally,” dijo en tono autoritario. “No es el momento ni el lugar.”

Gally respiraba agitadamente, su pecho subiendo y bajando con fuerza. Miró al chico con una mezcla de desprecio y furia. “La próxima vez que hables de ella, no será Minho quien me detenga,” advirtió, su voz cargada de seriedad.

El chico retrocedió, tratando de recuperar su compostura. “Tranquilo, solo era una broma,” murmuró, pero su rostro dejaba ver que no se atrevería a decir algo similar otra vez.

Gally me miró un segundo, como buscando algo en mis ojos, y luego se alejó, claramente frustrado. Minho, al ver que se retiraba, soltó un suspiro de alivio y se giró hacia el chico, sacudiendo la cabeza.

“¿No puedes simplemente cerrar la boca una vez en tu vida?” le dijo Minho, cruzándose de brazos. “Sabes cómo es Gally.”

El chico resopló, pero no respondió. En ese momento, sentí el peso de la situación y decidí no seguir alimentando el conflicto. Sin embargo, algo en mi interior me decía que Gally había alcanzado su límite, y que esto apenas era el comienzo de algo más profundo.

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