Capitulo 37: Perdidos en el laberinto

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Habían pasado algunos días desde aquel incidente, y aunque Thomas ya había llegado y se había integrado rápido, yo seguía siendo “la novata” para todos. Al menos, Thomas y yo nos apoyábamos el uno al otro, y no tardó en hacerse corredor. Ese día, me tocaba a mí una prueba: una exploración al Laberinto con él.

Desde el momento en que entramos, sentí cómo el aire se volvía pesado, el eco de nuestros pasos rebotando en las paredes. Thomas me guiaba, con una concentración que apenas lo reconocía; había cambiado desde su llegada. Avanzamos rápido, y a medida que el sol bajaba, los muros se tornaban aún más amenazantes.

“¿Estás bien?” preguntó Thomas, notando mi silencio.

“Sí,” respondí, tratando de sonar más segura de lo que realmente me sentía. Pero la verdad es que estaba nerviosa. “¿Crees que podamos regresar antes de que se cierren los muros?”

Thomas miró el cielo, luego el reloj. “Si aceleramos, sí. Solo… sigue de cerca y no te separes.”

A medida que avanzábamos, las sombras se alargaban y el Laberinto parecía girar en círculos. De pronto, al tomar una curva, un fuerte estruendo resonó detrás de nosotros, y ambos giramos hacia el sonido.

“¡No puede ser… los muros!” Thomas murmuró, con un destello de preocupación en sus ojos.

Intentamos correr, pero cada paso se sentía más pesado. El sol comenzó a desaparecer, y la oscuridad avanzaba rápidamente, haciendo que el Laberinto se convirtiera en una trampa cada vez más temible. Sentí cómo mi respiración se aceleraba.

“Thomas… no vamos a llegar a tiempo.”

Él miró a nuestro alrededor y luego a mí, con la mandíbula tensa. “Tranquila. Hay otras formas de sobrevivir una noche aquí. Solo… mantente alerta.”

Mi corazón latía con fuerza. A lo lejos, se escuchaban murmullos y chirridos de las paredes moviéndose. Me di cuenta de que realmente nos habíamos quedado atrapados, y cualquier ruido me hacía saltar.

“¿Tienes miedo?” preguntó Thomas, intentando romper la tensión con una leve sonrisa.

“Sería raro si no lo tuviera,” respondí, tratando de sonreírle de vuelta. “¿Tú no?”

“Todo el tiempo,” confesó, pero en su tono había una extraña calma.

A lo lejos, comenzamos a escuchar las alarmantes zumbidos de las criaturas del Laberinto. Thomas me miró, y ambos entendimos que el verdadero reto apenas empezaba.

Mientras tanto, de vuelta en el Área, sabía que los demás debían estar preocupados, tal vez esperando vernos regresar.

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