Capitulo 29: Un nombre olvidado

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Thomas se acercó lentamente, sus ojos fijos en los míos, como si de alguna manera supiera exactamente quién era yo. El aire a nuestro alrededor parecía detenerse, y todo el ruido de los demás chicos se desvaneció, dejando solo el sonido de nuestros corazones latiendo en el mismo ritmo caótico.

Sin apartar la vista de mí, abrió la boca y pronunció mi nombre.

“______.”

El sonido de esa palabra atravesó mi mente como un rayo. Mi cuerpo se paralizó al escuchar mi propio nombre salir de sus labios. Durante tanto tiempo había intentado recordar quién era, pero ahora, al escuchar esa simple palabra, todo lo que estaba perdido comenzó a tomar forma en mi cabeza.

Mi nombre.

El que había estado olvidado, escondido en algún rincón oscuro de mi mente.

“Thomas…” susurré, apenas logrando encontrar mi voz. El asombro era palpable en cada sílaba. “Yo… yo recuerdo.”

Los ojos de Thomas se entrecerraron con una mezcla de comprensión y empatía, como si supiera exactamente por lo que había pasado. No dijo nada más, pero en su mirada había una promesa de que las respuestas que ambos buscábamos estaban cerca.

“¿Cómo es posible que me conoces?” pregunté, mis palabras temblorosas mientras luchaba por procesar todo. El resto de los chicos observaban desde la distancia, desconcertados, pero en ese momento, solo existíamos Thomas y yo.

Thomas no respondió de inmediato, pero su expresión revelaba que él también estaba luchando por comprender. “No lo sé,” dijo finalmente, su voz baja y tensa. “Pero te conozco. De alguna manera, lo sé.”

El suelo bajo mis pies se sentía inestable. Mi cabeza daba vueltas, tratando de conectar los fragmentos de recuerdos dispersos que comenzaban a surgir. Sabía que lo había visto antes, en mis sueños, pero ahora, frente a él, todo parecía real y aterrador al mismo tiempo.

Gally, quien había estado observando desde el fondo, soltó un gruñido de frustración. “¿Qué está pasando aquí? Esto no tiene sentido.”

No le respondí. No podía apartar mis ojos de Thomas, ni él de mí. Algo en él me hacía sentir que estaba destinada a conocerlo, que nuestras historias estaban entrelazadas de alguna manera que aún no comprendíamos.

Newt, Minho y Sarten intercambiaban miradas preocupadas, incapaces de entender lo que acababa de suceder, pero sabían que algo en ese momento había cambiado todo.

“Mi nombre… ya lo recuerdo,” repetí, más para mí misma que para los demás. Era un paso pequeño, pero importante. Un paso hacia la verdad.

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