El rostro sin vida de Ellis me miraba desde el suelo, un vacío profundo en sus ojos que me hacía cuestionar quién era yo realmente. Antes, era capaz de perdonar lo imperdonable, nunca había imaginado que podría quitarle la vida a alguien de forma tan fría. Pero ahora, el asco se retorcía en mi estómago al ver mis puños manchados de sangre; apreté las manos, buscando respuestas que nunca llegaban.
– Hay que irnos de aquí, rápido – dijo Michonne mientras se sacaba las cuerdas que la mantenían atada. Se frotaba las muñecas, dejando ver el dolor y la incomodidad que había soportado. Apenas terminó de hablar cuando un disparo resonó en la habitación contigua. Sin pensarlo, Michonne salió corriendo hacia el sonido.
Me quedé ahí, tendida en el suelo, observando cómo su figura se desvanecía. De repente, vi un movimiento. Aquella carretilla conocida y los gruñidos inconfundibles me hicieron entender lo inevitable: ella había vuelto.
Podría quedarme allí, esperando que el sufrimiento acabara; deseando que la culpa que me consumía se llevara consigo mi alma perdida. Solo quería que esa sombra se elevara y terminara con todo lo que había arrancado de mí.
Pasaron unos minutos antes de que intentara alcanzarme, pero fue entonces cuando la katana de Michonne atravesó su cráneo con un sonido sordo y desgarrador. Junto a ella venía Carl, su rostro oculto bajo el sombrero de sheriff, ambos mirándome con una tristeza abrumadora.
– Hay que irnos, rápido – repitió Michonne.
Al escuchar esas palabras, algo helado recorrió mi cuerpo. Las lágrimas de Carl caían al suelo mientras yo me levantaba del frío suelo. Busqué a Clementine con la mirada desesperada.
– ¿Dónde está ella? – pregunté con voz quebrada. Carl soltó un sollozo audible y miró a Michonne, buscando respuestas en su mirada triste. Cuando ella se dirigió a la puerta de la habitación, Carl corrió hacia mí y me abrazó por la cintura, suplicando que no entrara.
Michonne cerró lentamente la puerta detrás de ella y sentí cómo todo se derrumbaba a mi alrededor.
– No... – murmuré mientras la desesperación comenzaba a consumir mi paciencia – ¡Quiero...! – Carl me soltó al sentir mi mano en su hombro. Intenté abrir la puerta bruscamente, pero Michonne me sostuvo con fuerza.
– ¡Michonne...! ¡No me hagas esto! ¡No lo hagas! – grité mientras forcejeaba.
– ¡No te hagas esto! – respondió con rudeza. Me calmé poco a poco, dejando escapar un suspiro pesado mientras las lágrimas comenzaron a caer una por una sobre el suelo polvoriento – Ahora hay que irnos...
– No podemos dejarla ahí... no así, por favor – mi voz temblaba entre sollozos; mi corazón estaba hecho añicos una vez más. Todo parecía desmoronarse ante mis ojos y cada parte de mí gritaba por dentro sin poder emitir sonido alguno.
Estábamos sentados en el porche; Carl sostenía mi mano con fuerza mientras Michonne ingresaba nuevamente a la habitación. Él no levantaba la cabeza, pero podía sentir su desesperación en cada lágrima caída; cada sollozo hacía que apretara mi mano aún más fuerte.
– Fue mi culpa – dijo entre lágrimas, su voz quebrándose bajo el peso del dolor. En ese instante, tomé sus manos con firmeza.
– No, Carl... no fue así... por favor no te culpes por eso – le respondí con un nudo atormentando mi garganta.
– ¡Pero lo fue! ¡Clementine estaría viva si no la hubiera provocado! – sus ojos celestes estaban llenos de lágrimas desbordantes mientras se clavaban en los míos.
Lo abracé con fuerza; necesitábamos ese contacto reconfortante en medio del caos.
– No sigas... – le susurré mientras nuestras lágrimas se mezclaban en un torrente incontrolable; juntos llorábamos como si pudiéramos llenar océanos enteros.
En ese momento trágico y desgarrador, Michonne salió de la habitación sosteniendo el cuerpo de Clementine cubierto por una manta blanca. La imagen marcó nuestras almas para siempre; sabíamos que jamás olvidaríamos ese día sombrío.
El entierro fue un acto silencioso pero profundo; cada uno de nosotros parecía cargar con el peso del mundo sobre nuestros hombros mientras decíamos adiós a una niña valiente que había luchado hasta el final. Recordé las peleas cómicas entre Clementine y Daryl Dixon; esos momentos llenos de risas eran ahora recuerdos preciosos en medio del dolor abrumador.
Nunca olvidaría su risa ni su espíritu indomable; aunque este apocalipsis nos había robado tanto, Clementine siempre sería parte de nosotros. La tristeza nos uniría eternamente mientras llevábamos su memoria en nuestros corazones destrozados.
Después del funeral de Clementine, con mi corazón hecho pedazos y mi mente en blanco, regresamos a la casa por lo que habíamos ido: suministros. Tomamos lo suficiente para una semana, o quizás un poco más, y luego volvimos al refugio donde nos habíamos estado escondiendo.
Cuando nos acercábamos, escuchamos disparos; un sonido familiar pero alarmante. Nos lanzamos detrás de un arbusto, temerosos de los intrusos. De repente, apareció Rick corriendo hacia nosotros, indicándonos que debíamos irnos lo antes posible.
Una vez que llegamos a las vías del tren, nos explicó lo sucedido y nos regañó por habernos tardado tanto. Un grupo de hombres había irrumpido en nuestro refugio mientras él descansaba. Había logrado matar a uno de ellos, pero por suerte no lo habían visto escapar.
Así fue como comenzó otro viaje, huyendo de vivos y muertos, siguiendo el desolado sendero de las vías del tren. Estábamos heridos, tristes y cansados.
Rick no se molestó en preguntar por la niña desaparecida; simplemente se quedó a mi lado con una mirada de lástima y agotamiento. Michonne caminaba junto a Carl sobre los durmientes de las vías; al menos disfrutaba ver a Carl sonreír con ella, aunque yo no podía encontrar ni una pizca de alegría.
Todo era tan simple: seguir adelante con mi vida y aceptar que aquellos a quienes había perdido en el camino no tendrían que sufrir lo que nosotros estábamos sufriendo ahora, especialmente Clementine, una niña tan fuerte.
Pero para mí, todo se sentía más pesado en ese momento. Creía que era el final de todo, no solo del mundo en general.

ESTÁS LEYENDO
𝐍𝐎 𝐓𝐈𝐌𝐄 𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐄 / (𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍 𝐘 𝐓𝐔́)
Fiksi Penggemar𝙼𝚎 𝚕𝚕𝚊𝚖𝚘́ ___ 𝙶𝚛𝚎𝚎𝚗𝚎, 𝚜𝚘𝚢 𝚕𝚊 𝚑𝚒𝚓𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝙶𝚛𝚎𝚎𝚗𝚎 𝚢 𝚜𝚒𝚐𝚘 𝚟𝚒𝚟𝚊, 𝚊𝚕𝚐𝚘 𝚊 𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚊𝚐𝚛𝚊𝚍𝚎𝚌𝚎𝚛 𝚎𝚗 𝚎𝚜𝚝𝚘𝚜 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘𝚜 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚖𝚞𝚎𝚛𝚝𝚘𝚜 𝚟𝚒𝚟𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚛...