El aire fresco del bosque nos envolvía mientras caminábamos por el sendero, y no podía evitar sentir una inmensa felicidad. Dylan y yo habíamos estado juntos durante este viaje, y cada momento que pasábamos juntos se sentía como un pequeño milagro.
Aún me costaba creer que era mi novio; a veces parecía un sueño del que no quería despertar.
Durante el día, nos perdimos entre los árboles, explorando cada rincón y disfrutando de la belleza del lugar.
Me encantaba cómo Dylan siempre encontraba algo interesante que señalar: un pájaro que anidaba en un árbol, una flor silvestre que apenas asomaba entre las hojas.
Mientras leía en voz alta pasajes de nuestros libros favoritos, sus ojos brillaban con curiosidad y emoción, como si cada palabra que pronunciaba fuese un tesoro que compartíamos solo nosotros dos.
En esos momentos, todo parecía perfecto, y el mundo exterior se desvanecía.
Por la noche, el cielo se llenó de estrellas, un espectáculo que nos dejó sin aliento. Nos sentamos en una pequeña colina, con una manta extendida sobre la hierba, y la vista era simplemente mágica.
Nunca había visto un cielo tan claro, y cada estrella parecía un faro en la oscuridad, guiándonos hacia un destino desconocido. Dylan estaba a mi lado, y la calidez de su presencia me hacía sentir segura y tranquila.
—Mira, esa es la constelación de Orión —me dijo, señalando con su dedo hacia arriba—. Siempre me ha fascinado. Dicen que representa a un cazador.
Sonreí, disfrutando no solo del espectáculo celestial, sino también de la forma en que su voz vibraba con emoción.
Nunca me había imaginado que podría tener un vínculo tan especial con alguien, y ahora aquí estaba, rodeada de naturaleza, con un chico que me hacía sentir viva.
La conversación fluyó fácilmente entre nosotros mientras mirábamos las estrellas. Hablamos de sueños y anhelos, de lo que queríamos hacer en el futuro, y cada palabra parecía crear un lazo más fuerte entre nosotros.
Era como si el mundo se detuviera, dejándonos en nuestra burbuja de felicidad.
Sin embargo, en el fondo de mi mente, aún había una pequeña parte de mí que dudaba. ¿Realmente éramos novios? Era un concepto tan nuevo y maravilloso, y no podía dejar de preguntarme si todo esto era real.
Dylan parecía tan perfecto, tan diferente de cualquier persona que hubiera conocido antes, y me preocupaba que un día pudiera despertarse y darse cuenta de que estaba con alguien tan insegura como yo.
Pero entonces, Dylan giró hacia mí, sus ojos reflejando la luz de las estrellas.
—¿Estás feliz? —preguntó, con un tono que me hizo sentir como si realmente le importara.
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Amores que aprenden a soltar
DragosteEn un día que debería ser el más feliz de su vida, él la observa caminar hacia el altar, y su corazón se quiebra al darse cuenta de que no es el hombre que la acompaña. Durante seis años, compartieron risas, sueños y momentos inolvidables, pero la r...