Capitulo 13: La sombra que me consume.

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Desde aquella vez en el aula vacía, algo en mí había cambiado

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Desde aquella vez en el aula vacía, algo en mí había cambiado. Aunque estaba seguro de los sentimientos de Keili, los celos se habían vuelto una presencia constante. 

No podía evitarlo: cada vez que algún chico se acercaba a ella, una voz persistente en mi cabeza me llenaba de pensamientos oscuros y amargos. 

Cada saludo casual, cada sonrisa que compartía con otro, me encendía de una manera que apenas lograba controlar.

Traté de justificarlo, diciéndome que todo era normal, que era natural sentir celos cuando alguien te importa de verdad. 

Pero con el tiempo, me di cuenta de que esta sensación se volvía... más intensa. Ahora, cada vez que la veía hablando con algún chico, sentía que una parte de mí explotaba por dentro, y mi mente comenzaba a inventar historias que me hacían cuestionarlo todo. 

¿Y si alguien lograba captar su atención de alguna manera que yo no podía? ¿Y si alguien podía darle algo que yo no?

Una tarde en la cafetería, mientras la observaba reír con uno de sus amigos de clase, no pude contenerme más. 

Me acerqué a ellos, con la mandíbula apretada y el corazón latiendo tan rápido que sentía que se me iba a salir del pecho. Me paré junto a su mesa, y aunque intenté disimularlo, noté que el tono en mi voz era más frío de lo que había imaginado.

—¿Todo bien? —le pregunté, mirándola y luego lanzando una mirada rápida y dura a su amigo, que al ver mi expresión, rápidamente inventó una excusa para irse.

Keili me miró, claramente incómoda. Su expresión cambió, y pude ver en sus ojos que había notado mi reacción. Quería decir algo, asegurarle que no era nada, que solo quería pasar tiempo con ella, pero las palabras no salían.

En cambio, el silencio entre nosotros creció, un espacio vacío que no supe cómo llenar.

Los días siguientes fueron más o menos iguales. Cada vez que veía que hablaba con alguien más, ese sentimiento volvía con más fuerza, y en lugar de alegrarme por sus amistades, sentía que me estaban robando algo. 

Sabía que estaba siendo injusto, que esto no era lo que ella merecía, pero por más que intentara controlarlo, no podía evitarlo. 

Era como si una sombra se hubiera instalado dentro de mí, alimentándose de mis inseguridades y haciéndome actuar de manera que ni yo mismo entendía.

Una tarde, cuando la vi abrazando a uno de sus amigos, sentí cómo esa sombra se hacía más grande. 

Mis manos se cerraron en puños, y antes de poder detenerme, me acerqué y la tomé de la mano, llevándola a un lado. Mis palabras salieron precipitadas, casi sin pensar.

—Keili, no me gusta verte tan cercana a otros. No me siento bien cuando veo que compartes esos momentos con alguien más... Te quiero solo para mí.

La miré, esperando que entendiera, que pudiera ver cuánto significaba para mí, pero en sus ojos solo vi sorpresa, y quizá un atisbo de tristeza. No dijo nada, pero ese silencio me golpeó más fuerte de lo que esperaba.

Amores que aprenden a soltarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora