Al día siguiente, llegué al instituto sintiéndome exhausto. La noche anterior había sido un caos de emociones, y apenas había logrado dormir.
Caminaba hacia mis clases cuando uno de mis amigos, Marcos, se acercó rápidamente, con una expresión que me dio una mala espina de inmediato.
—Dylan, ¿sabes lo que pasó anoche? —me dijo con una mirada seria, casi de advertencia. Me miro confundido, sin saber a qué se refería.
—No, ¿qué pasó? —respondí, tratando de mantener la calma, aunque ya podía sentir cómo algo oscuro se formaba en el fondo de mi pecho.
Marcos bajó la voz y se inclinó un poco hacia mí.
—Vi a Keili —dijo, y esas palabras ya me incomodaban—. La vi en los arrancones... con Enzo.
Un silencio pesado cayó entre nosotros mientras intentaba procesar lo que acababa de decirme. Enzo. Ese nombre era suficiente para que mi cuerpo se tensara por completo.
Él y yo nunca habíamos sido amigos, y si alguien sabía cuánto nos detestábamos, era Keili, se lo había contado. Pero supongo que no lo conocía, solo sabia su nombre.
—¿Qué dices? —pregunté, sintiendo cómo la incredulidad se convertía en enojo—. ¿Estás seguro de que era ella?
Marcos asintió con seguridad.
—Sí, era ella. La vi subirse a su coche —me miró con preocupación—. Y desaparecieron juntos. No volvieron a los arrancones después de eso.
Las palabras de Marcos resonaron en mi cabeza. Sentí cómo una mezcla de rabia y confusión se apoderaba de mí.
Me había convencido de que todo lo que Keili y yo habíamos construido era lo suficientemente fuerte, pero ahora... la imagen de ella con Enzo, alguien en quien yo nunca confiaría, era difícil de procesar.
—¿Y no te dijo a dónde iba? —le pregunté, aunque sabía que Marcos no podía saber la respuesta.
Aún así, necesitaba escuchar algo que aclarara todo este desastre en mi cabeza.
—No, hermano. Solo vi cómo se subía a su coche, y se fueron. Pero... —dudó un momento antes de seguir—. Creo que debería decirte esto porque eres mi amigo, y no me gustaría enterarme de algo así sin saber.
Me quedé mirándolo, con el nudo en la garganta haciéndose más fuerte. No podía creer que Keili me hubiese hecho esto, que hubiera decidido irse con Enzo.
Era como si todo lo que habíamos construido hubiera sido arrancado de raíz en una sola noche.
No podía esperar más. Después de escuchar lo que Marcos me había contado, la rabia y la frustración hervían en mi interior. Necesitaba confrontarla, entender qué estaba pasando.
Así que busqué a Keili en los pasillos del instituto, y al encontrarla, me acerqué sin dudarlo, con el corazón latiendo fuerte y la mente llena de preguntas que necesitaban respuestas.
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Amores que aprenden a soltar
RomanceEn un día que debería ser el más feliz de su vida, él la observa caminar hacia el altar, y su corazón se quiebra al darse cuenta de que no es el hombre que la acompaña. Durante seis años, compartieron risas, sueños y momentos inolvidables, pero la r...