Los rumores se arremolinaban por los pasillos como un viento frío que se cuela por las grietas, gélido y persistente, sin dejarme en paz.
Escuchar el nombre de Dylan una y otra vez, en boca de todos y mezclado con nombres de chicas que apenas conocía, me hacía temblar por dentro.
No era solo lo que decían, era la forma en que lo decían, como si Dylan ya no fuera el chico que había sido conmigo.
Ahora era alguien más, alguien a quien yo ya no reconocía.
"¿Sabías que estuvo con Valeria?", decían algunos, riéndose entre murmullos.
"Dicen que también lo han visto con Sofía por las noches, siempre juntos..." Escuchar aquello me revolvía el estómago, y aunque trataba de ignorar los susurros, las palabras me encontraban de todos modos, cada vez más hirientes, más reales.
Parecía que todos lo sabían, y yo era la única que intentaba no aceptar lo evidente.
Había momentos en los que me aferraba a los recuerdos de Dylan y yo, de nuestras noches juntos recorriendo la ciudad, hablando de todo y de nada al mismo tiempo.
Intentaba convencerme de que esos momentos seguían ahí, de que aún importaban, pero con cada rumor, esa imagen se hacía más borrosa, como si se desvaneciera lentamente.
Una tarde, cuando intentaba concentrarme en mis apuntes, Sofía apareció frente a mí, con una sonrisa que era todo menos amable.
Su mirada tenía algo de triunfo, una chispa de satisfacción que me inquietaba.
Me observó, midiendo cada expresión en mi rostro, y con esa sonrisa calculada, soltó las palabras que se grabarían en mi mente.
—Dylan ya no es el chico que tú creías, Keili —me dijo, cruzando los brazos y bajando la voz lo suficiente para que solo yo la escuchara—. Tú eres solo su pasado. Él está conmigo ahora.
La forma en que lo dijo me hirió como una daga. Sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies, y que la realidad se desmoronaba en mil pedazos.
Me quedé en silencio, tratando de no dejar que ella notara cuánto me dolían sus palabras, pero la verdad es que no podía evitarlo.
Sofía parecía disfrutar cada segundo de mi reacción, de mi vulnerabilidad.
—¿Sabes? —continuó, susurrándome como si quisiera guardarlo en secreto—. Él ha cambiado, ya no es el mismo de antes. Y me parece gracioso que sigas pensando que tienes una oportunidad con él, cuando es tan obvio que ahora está conmigo.
Quise responderle, defenderme de alguna manera, pero las palabras se atragantaban en mi garganta.
En el fondo, tenía miedo de que ella estuviera diciendo la verdad, de que todo lo que compartí con Dylan se hubiera esfumado, dejando solo un recuerdo que ahora parecía tan vacío.
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Amores que aprenden a soltar
RomanceEn un día que debería ser el más feliz de su vida, él la observa caminar hacia el altar, y su corazón se quiebra al darse cuenta de que no es el hombre que la acompaña. Durante seis años, compartieron risas, sueños y momentos inolvidables, pero la r...