El sol comenzaba a elevarse lentamente, bañando la habitación con una luz suave y dorada. Desde la cama, podía ver cómo los primeros rayos de luz se filtraban a través de la ventana, iluminando el polvo suspendido en el aire.
Me quedé allí, tendido, contemplando el comienzo de un nuevo día, pero mi mente estaba lejos de todo eso. Mi mente solo pensaba en ella.
Keili.
Habían pasado tantos momentos juntos desde que nos conocimos. Conversaciones largas, sonrisas compartidas, silencios cómodos, y esos pequeños detalles que empezaban a llenar de significado cada uno de nuestros encuentros.
Las veces en que me hizo reír sin querer, esos gestos sutiles que mostraban cuán especial era para mí. Todo eso había creado una conexión que no podía ignorar.
Sentía que algo había cambiado dentro de mí, algo que me impulsaba a dar el siguiente paso.
El pensamiento de que ella podría ser mi novia no era algo nuevo. Había estado allí en mi mente por un tiempo, pero hoy, por alguna razón, sentí que finalmente estaba listo para hacerlo real.
Todo lo que había compartido con ella había sido tan natural, tan sincero, que no podía imaginar que eso se quedara en el aire, en esos momentos sin compromiso, sin promesas.
Tomé una respiración profunda y me levanté de la cama. Me vestí rápidamente, el pensamiento de verla me empujaba a actuar sin demora.
Sin siquiera darme cuenta de lo rápido que estaba sucediendo, tomé las llaves de la moto y salí de casa, sintiendo una ligera mezcla de nervios y emoción.
La biblioteca. Era nuestro lugar, ese refugio donde nos habíamos encontrado tantas veces, rodeados de libros y palabras que parecían unirnos de una manera inexplicable.
Era ahí donde, cada vez que nos veíamos, el tiempo desaparecía, y solo quedaba la conexión que compartíamos en esos momentos sencillos.
Cuando llegué, me estacioné frente al edificio y me dirigí hacia la puerta. Pude ver a lo lejos a Keili, sumergida en un libro, como siempre, concentrada en lo que estaba leyendo.
Algo en su rostro, en la forma en que se sumergía en la historia, me hizo sonreír. Ella era un misterio, una mujer tan compleja pero tan fácil de querer. Mi corazón latía más rápido al acercarme a ella.
—¿Keili? —dije, y al instante levantó la mirada, sonriendo al verme.
—Dylan —respondió, sonriendo de la manera en que solo ella sabía hacerlo, una sonrisa que parecía iluminar la habitación. Me senté frente a ella, sintiéndome extraño pero a la vez feliz de estar allí.
—Estaba pensando —empecé, nervioso. Mi mente comenzó a divagar mientras buscaba las palabras adecuadas. El miedo a que ella no sintiera lo mismo me hacía temblar, pero sabía que debía hacerlo. Era ahora o nunca. —Quería invitarte a algo. A una cita, en mi casa.
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Amores que aprenden a soltar
RomanceEn un día que debería ser el más feliz de su vida, él la observa caminar hacia el altar, y su corazón se quiebra al darse cuenta de que no es el hombre que la acompaña. Durante seis años, compartieron risas, sueños y momentos inolvidables, pero la r...